Conferencias Episcopales: Cartas Pastorales

Misión Continental

Argentina
Carta pastoral de los Obispos Argentinos
con ocasión de la Misión Continental

" 153a Reunión de la Comisión Permanente "


Conferencia Episcopal de Argentina



20 de agosto de 2009


A los sacerdotes, diáconos, comunidades religiosas, fieles laicos:

1. El acontecimiento de Aparecida ha sido para la Iglesia una invitación a renovar nuestro ardor apostólico y nuestro fervor. Cada uno de nosotros sabe lo que es “evangelizar” y lo que implica esta vocación en la Iglesia. Pues “anunciamos a nuestros pueblos que Dios nos ama, que su existencia no es una amenaza para el hombre, que está cerca con el poder salvador y liberador de su Reino, que nos acompaña en la tribulación, que alienta incesantemente nuestra esperanza en medio de todas las pruebas” (DA 30).

2. Pero es cierto que siempre en la Iglesia hay una novedad. Y la novedad está dada por los desafíos que nos marca el tiempo presente, la época que estamos viviendo. Esta es la maravilla de la presencia del Espíritu en la Iglesia. El Espíritu siempre sopla para encontrar lo nuevo en lo ordinario, renovando lo cotidiano, porque es Cristo el que hace nuevas todas las cosas: yo estoy por hacer algo nuevo: ya está germinando, ¿no se dan cuenta?” (Is. 43, 19).

3. Y lo que hay de nuevo es el Espíritu, que sopla en este tiempo en la Iglesia de nuestro Continente. ¿Y qué nos dice el Espíritu? ¿Qué nos viene soplando? La necesidad de renovar (hacer nuevo) nuestro estilo evangelizador. Alcanzar un renovado estilo misionero, pues “la fuerza de este anuncio de vida será fecunda si lo hacemos con el estilo adecuado, con las actitudes del Maestro, teniendo siempre la Eucaristía como fuente y cumbre de toda actividad misionera” (DA 363). La Iglesia en América Latina, reunida en el Santuario de Aparecida en mayo de 2007, nos viene a decir que la novedad está en definir la identidad cristiana desde la única vocación de discípulos y misioneros de Jesucristo.[1]

4. Uno podría entender que son dos vocaciones distintas: que uno es primeramente discípulo y después, si se siente llamado, será misionero. Como si esta última fuera una segunda vocación, y en todo caso, optativa. Sin embargo Aparecida intenta que los cristianos descubran que por el bautismo tenemos una única vocación discipular y misionera al mismo tiempo, que el discipulado nos lleva a la misión y la misión nos modela como discípulos. Sin negar un camino pedagógico, pero descubriendo la unidad de una misma vocación de discípulos misioneros, como dos caras de una misma moneda.

5. Este es el gran desafío en este tiempo. Cómo renovar nuestras opciones pastorales desde la perspectiva misionera, transmitiendo que hay una sola vocación de discípulos misioneros. Y este desafío es para las comunidades diocesanas, parroquiales y para todas las áreas y ámbitos pastorales. Como decíamos en Navega mar adentro: “Tenemos por delante la apasionante tarea de hacer renacer el celo evangelizador, en el horizonte exigente y comprometido de la pastoral ordinaria.” (NMA 70).

6. Mucho se habló en torno a la Vª CG en Aparecida, sobre la implementación de una Misión Continental. Parecía que iban a surgir orientaciones concretas para un camino misionero en todo el continente. Pero, en una acertada decisión, no apareció junto al Documento Conclusivo, ningún esquema metodológico que ayude a implementarla al mismo tiempo, de la misma manera y orgánicamente en todo el continente.

7. La propuesta de Aparecida es más audaz, va más allá de una misión  programática  aunque no la excluye. La Misión que propone Aparecida no está limitada en el tiempo, sino pensada de forma tal que después que se inicie continúe, que sea una misión permanente. No se trata de programar una serie de acciones, aunque no lo descarta, sino el comienzo de algo con proyección indeterminada.

8. Por tal motivo fue madurando una acentuación en la necesidad de una “conversión pastoral” y un estilo misionero en toda actividad pastoral ordinaria. Esto no significa que no se hagan gestos misioneros concretos, pero queda claro que la Misión Continental no debe terminarse en ellos.

9. Por lo tanto hablar de Misión Continental es decir al mismo tiempo dos cosas:
§  trabajar en una “conversión pastoral” que lleve a un estado de misión permanente, a partir de la pastoral ordinaria,
§  y realizar misiones organizadas que encarnen y hagan visible este renovado estilo misionero.

10. Esto permite que cada Iglesia particular pueda adecuar su camino misionero vinculándolo con las prioridades pastorales que se vienen trabajando. Así la misión no aparece como punto de partida sin tener en cuenta el camino anterior, sino que viene a potenciar y renovar lo que se está haciendo. [2]

11. Destacamos que el comienzo de este camino misionero renovado, coincide con la proclamación del Año Sacerdotal, convocado por Benedicto XVI, y siguiendo el testimonio del santo Cura de Ars. Esta iniciativa ya está dando sus frutos de gozoso fervor en los sacerdotes, compartido plenamente con los fieles laicos.

12. Igualmente tenemos en cuenta que el anuncio de la verdad de Jesucristo es y será siempre “signo de contradicción”. Hoy abundan modelos antropológicos incompatibles con la naturaleza y dignidad del hombre. Anunciar integralmente a Jesucristo en nuestros días exige coraje y espíritu profético, conscientes que la fe deberá engendrar modelos culturales alternativos para la sociedad actual.

En continuidad con “Navega mar adentro”

13. Esta urgencia de renovar la identidad cristiana haciéndola discipular misionera, Aparecida  la vincula con un cambio interior, presentado como conversión pastoral. [3] ¿Qué se entiende por conversión pastoral? No hay dudas que si hablamos de conversión”, este término está vinculado a “errores, infidelidades, incoherencias y lentitudes[4] pastorales que hay que abandonar para que la transmisión del Evangelio sea más fecunda.

14. La conversión pastoral se expresa en la firme intención de asumir el estilo evangélico de Jesucristo en todo lo que hacemos. Estilo que exige, del evangelizador, la acogida cordial, la disponibilidad, la pobreza, la bondad y la atención a las necesidades de los demás. (cfr. Mt 10, 5-10) Por este motivo la conversión pastoral tiene que tocar la pastoral ordinaria, empezando por la parroquia, las capillas, las comunidades, la catequesis, la celebración de los sacramentos, las estructuras diocesanas, decanales, etc. Y es allí, en nuestra tarea pastoral ordinaria, donde debemos reconocer que hay estructuras caducas y que es necesario abandonarlas, para favorecer la transmisión de la Fe.

15. En la tarea pastoral ordinaria la gran conversión pastoral pasa por el modo de relacionarse con los demás. Es un tema relacional. Importa el vínculo que se crea, que permite transmitir actitudes evangélicas. Como Jesús en el encuentro con el ciego de Jericó, que lo llamó, le abrió un espacio para que compartiera su dolor, le devolvió la vista, y así finalmente, en un vínculo nuevo, el ciego “lo siguió por el camino” (cfr. Mc 10, 46 – 52)

16. La Iglesia ha ido acentuando esta característica pastoral. Con la llegada del Tercer Milenio, Juan Pablo II sorprende a todos convocando a la Iglesia a un camino programático pastoral[5] sostenido por una espiritualidad de comunión que lleva a la santidad. El modelo está en las relaciones trinitarias que fundamentan una eclesiología de comunión. En ella el prójimo es un don para mí,[6]  ya que me transmite el resplandor de amor trinitario que esconde su corazón. La riqueza del hermano enriquece al evangelizador. Por eso en esta etapa evangelizadora más que hablar de “destinatarios” de la misión, tenemos que pensar en “interlocutores” con los cuales encontrarnos para testimoniar a Cristo en un diálogo e intercambio enriquecedor.

17. La pastoral, entonces, parece desarrollarse en lo vincular, en las relaciones, para que los programas pastorales no terminen siendo máscaras de comunión. Aquí importa en primer lugar lo que es previo a cualquier programa o acción. Antes de la organización de tareas, importa el comolas voy a hacer, el modo, la actitud, el estilo. Así entonces las tareas son herramientas de un estilo comunional,  cordial, discipular, que transmite lo fundamental: la bondad de Dios.

18. Los obispos en Argentina así lo entendimos también y el documento pastoral Navega mar adentro, del año 2003, sigue el camino inspirado por Juan Pablo II en la intención de “hacer de la Iglesia casa y escuela de comunión” (NMA 83). El documento de Aparecida continúa con esta perspectiva, dándole una dimensión misionera, ya que todo  agente pastoral transmite la fe a partir de la propia persona. Cada cristiano está llamado a dar testimonio de la bondad de Dios con sus propias actitudes, siguiendo las enseñanzas del Apóstol: “Tengan entre ustedes los mismos sentimientos de Cristo Jesús” (Fil 2, 5).

19. La misión lleva al encuentro personal para transmitir a Cristo. La misión es relación, es vínculo. No hay misión si no me relaciono con el prójimo. La misión necesita de la cercanía cordial. Y el desafío, desde esta cercanía, es llegar a todos sin excluir a nadie.

20. En esta cercanía misionera Aparecida confirma la importancia y la valoración de la religiosidad popular. Camino privilegiado en América latina que nos lleva a descubrir lo que ya hay de Dios en el corazón de nuestros pueblos, “el precioso tesoro de la Iglesia Católica en América Latina”.[7]

Nuevo punto de partida

21. Para saber cuál tiene que ser el estilo misionero que debemos implementar hay que partir de una mirada de la realidad con espíritu de Fe y descubrir algunos elementos esenciales. Como la cuestión social, que “abarca tanto las situaciones de exclusión económica como las vidas humanas que no encuentran sentido y ya no pueden reconocer la belleza de la existencia” (HB 25).  O el “crecimiento del individualismo y el debilitamiento de los vínculos personales y comunitarios” (HB 25).

22. Por este motivo no sorprende que la Vª CG tenga como telón de fondo el desafío de ayudar a planificar la vida, a tener una vida más digna, bajo el lema “para que los pueblos en Él tengan Vida”. Y hoy, fundamentalmente, en nuestra cultura la dignidad de la vida se juega en el eje inclusión – exclusión; comunión – aislamiento. Y este pasa a ser el horizonte primero de la misión.

23. El Papa Benedicto XVI presenta estos desafíos y da pistas de reflexión en el discurso inaugural[8]. Y dice: ¿Qué nos da Cristo realmente? ¿Por qué queremos ser discípulos de Cristo? Porque esperamos encontrar en la comunión con él la vida, la verdadera vida digna de este nombre, y por esto queremos darlo a conocer a los demás, comunicarles el don que hemos hallado en él.[9] En un tiempo donde la sociedad, en su conjunto, se ha vuelto impersonal, competitiva y, a veces hasta despiadada… la gente busca y necesita de lugares de acogida y de confianza.

24. Esta necesidad y reclamo parece ser respondido por Benedicto XVI al dar el marco de la Vª CG en el Discurso inaugural, cuando dice: “Todavía nos podemos hacer otra pregunta: ¿Qué nos da la fe en este Dios? La primera respuesta es: nos da una familia, la familia universal de Dios en la Iglesia católica. La fe nos libera del aislamiento del yo, porque nos lleva a la comunión: el encuentro con Dios es, en sí mismo y como tal, encuentro con los hermanos, un acto de convocación, de unificación, de responsabilidad hacia el otro y hacia los demás. En este sentido, la opción preferencial por los pobres está implícita en la fe cristológica en aquel Dios que se ha hecho pobre por nosotros, para enriquecernos con su pobreza (cf. 2 Co 8, 9).

25. De esta manera la tarea de la Misión Continental en nuestro país puede concretarse en una pastoral de la Fe.[10] Una Fe que ayuda a dignificar la Vida en Cristo desde una experiencia concreta de inclusión y comunión. Teniendo en cuenta que “La relación que une al discípulo-misionero con Jesús no es, en primer lugar, de orden intelectual, sino la adhesión a su Persona por la fe.”[11]

Acciones destacadas.

26. En continuidad con el camino metodológico de “Navega mar adentro” presentamos finalmente algunas acciones destacadas para este tiempo de renovación misionera que están en estrecha vinculación con las del documento pastoral.

a)                 Alentar un estilo misionero en la pastoral orgánica y diocesana, en especial desde la Parroquia[12]

27. Para que la Misión no quede sólo en un gesto misionero, el gran desafío es el de renovar la pastoral ordinaria desde un nuevo estilo misionero. Para ello es fundamental poner la mirada en la Parroquia como institución pastoral privilegiada en la tarea evangelizadora. Dice el Documento de Aparecida: “La renovación de las parroquias, al inicio del tercer milenio, exige reformular sus estructuras, para que sea una red de comunidades y grupos, capaces de articularse logrando que sus miembros se sientan y sean realmente discípulos y misioneros de Jesucristo en comunión.”(DA 172)

28. Debemos retomar con energía el proceso de la reforma y conversión de nuestras parroquias. Cada parroquia ha de renovarse en orden a aprovechar la totalidad de sus potencialidades pastorales para llegar efectivamente a cuantos le están encomendados (NMA 72). Para esto es fundamental acoger cordialmente a quienes se acercan a nuestras comunidades. Será una ocasión para ofrecer el rostro cordial de la Iglesia y aprovecharlas como lo que son: encuentros privilegiados para la evangelización (NMA 90, a.). Como la misión comienza en el gesto cordial y cercano para dar testimonio personal de Cristo  debemos hacer de la Iglesia «casa y escuela de comunión» (NMA 83).

b)                 Priorizar una pastoral misionera desde la catequesis de iniciación

29. Es conocida por todos la mayor dificultad que hay hoy en la transmisión familiar de la Fe. En algunas regiones o ciudades, muchos niños llegan a la catequesis sin saber hacer la señal de la cruz y se difiere el bautismo de los niños por variados motivos (NMA 90).

30. Así uno puede encontrar, en algunos barrios no cercanos a un templo parroquial o capilla, muchos niños sin bautizar. Y si no hay bautismo no está el vínculo primero y más simple con la Iglesia que es la pertenencia a ella como una familia (NMA 77).

31. Por eso hay que pensar en cómo encarar una decidida pastoral bautismal, donde la invitación, a partir del anuncio del Kerygma, sea la de ofrecer el bautismo para quien no lo tiene o invitando a no diferirlo por más tiempo en los niños pequeños.

32. La novedad misionera debe estar en agregar a la preparación pre-bautismal, una pastoral post-bautismal, donde la Iglesia haga visible que se hace cargo de los hijos que engendra. Que este camino post-bautismal oriente y acompañe a la culminación de la catequesis de iniciación en la Confirmación y Eucaristía (NMA 73). Esta pastoral bautismal debe atender también la celebración litúrgica del sacramento, donde se experimente de verdad que es la comunidad eclesial quien recibe a sus nuevos miembros.

33. La novedad misionera de esta pastoral con ocasión de la catequesis de iniciación, también está en el desafío de sostener a lo largo de la vida la conciencia de la vocación bautismal de discípulos misioneros, ayudando a desarrollar el potencial misionero que hay en cada bautizado (NMA 76).
34. Si el objetivo central de la catequesis de iniciación es llevar a las personas a un verdadero encuentro con Jesucristo y a una inserción en la vida de la comunidad, para ello el primer espacio de encuentro con El será el conocimiento profundo y vivencial de la Palabra de Dios, de Jesucristo vivo, en la Iglesia, que es nuestra casa.[13]

c)                  Promover el compromiso misionero hacia una sociedad justa y responsable. Pastoral Familiar y Doctrina Social de la Iglesia.

35. Los obispos en Argentina hemos decidido también tener el Bicentenario (2010 – 2016) como meta y objetivo evangelizador. La Misión Continental en Argentina no puede estar separada de este acontecimiento, teniendo en cuenta que su celebración se da en un espacio de tiempo de 6 años. Esto permite trabajar desde la Doctrina Social de la Iglesia en un camino formativo y de compromiso con la construcción de la sociedad y en especial poniendo énfasis en la pastoral familiar y educativa, como se prioriza en Navega mar adentro (NMA 97; HB 32).

36. La misión, desde esta perspectiva, debe ayudar a revertir la carencia importante de participación de los cristianos, y la ciudadanía en general, como agentes de transformación de la vida social, económica y política del país, alentando el paso de habitantes a ciudadanos responsables (HB 34).

37. La misión es, también, salir “como buenos samaritanos, al encuentro de las necesidades de los pobres y los que sufren y crear las estructuras justas que son una condición sin la cual no es posible un orden justo en la sociedad” (DA 537) y desde aquí proyectar, “como prioridad nacional, la erradicación de la pobreza y el desarrollo integral de todos”. (HB 5)

d)                 Expandir procesos misioneros permanentes

38. Junto con la renovación misionera de la pastoral ordinaria, habrá que extender la presencia misionera, al modo de un proceso permanente, incluyendo aquellas acciones puntuales que ayuden a encender y mantener vivo el ardor misionero. No podemos contentarnos con esperar a los que vienen. Por tanto, imitando al Buen Pastor que fue a buscar a la oveja perdida, una comunidad evangelizadora se siente movida continuamente a expandir su presencia misionera en todo el territorio confiado a su cuidado pastoral y también en la misión orientada hacia otros pueblos (NMA 90, b).

39. Este es el ámbito que más reclama una pastoral de conjunto diocesana. Es el obispo junto a todo el presbiterio, los religiosos y religiosas, y los fieles laicos, quienes deciden cuáles van a ser las características de esta misión ya que es un servicio a la Iglesia toda, a la diócesis. Todos tienen que participar con gestos misioneros comunes: parroquias, comunidades eclesiales de base,[14] movimientos laicales, comunidades educativas en todos sus niveles, pastorales específicas, grupos de lectura orante de la Palabra de Dios siguiendo el itinerario de la Lectio Divina,[15] etc.

40. Para hacer visible esta opción misionera puede ayudar tener gestos y signos compartidos, como ser:
- el tríptico obsequiado por el Papa Benedicto XVI en Aparecida, acompañado de una sencilla catequesis sobre su simbología de fe;
- la oración de la Misión Continental preparada con textos del magisterio de Benedicto XVI en Aparecida;
- el logo utilizado en Aparecida puede seguir siendo distintivo para los misioneros y para los subsidios que se preparen para esa labor;
- a estos signos pueden asociarse otros actos inspirados y simultáneos relacionados con solemnidades litúrgicas, como Navidad, Pascua o Pentecostés, o fiestas Marianas.

Conclusión

41. Aparecida provoca una revisión del estilo evangelizador. Redescubre que la misión (relación con el otro para compartir la fe en Cristo) es fundamental en la identidad cristiana, dando prioridad a las actitudes y al estilo evangelizador.

42. Por ello es necesario un camino de “conversión pastoral”, buscando cambiar el modo de transmitir el Evangelio reconociendo que el Espíritu Santo está en el origen de todo camino de Fe.
43. Hoy más que nunca se espera de todo agente evangelizador la conciencia de esta vocación de discípulos misioneros. El vínculo con Jesús en la dimensión discipular se hace vínculo misionero con los hermanos para presentarles el amor y la bondad de Dios.

44. Teniendo en cuenta la presencia de la Iglesia y sus enseñanzas en la construcción de nuestra patria y en el horizonte de la celebración de su Bicentenario (2010 – 2016) nos encomendamos a nuestra madre, la Virgen de Luján, para renovar nuestro compromiso misionero y transmitir el Evangelio de Cristo para “que todos en Él tengan Vida”

153ª Reunión de la Comisión Permanente
Buenos Aires, 20 de agosto de 2009
en memoria de San Bernardo

Siglas:
DA:   “Aparecida. Documento Conclusivo.”
         CELAM, Mayo de 2007.
         Oficina del Libro de la CEA
HB:   “Hacia un Bicentenario en Justicia y Solidaridad
         Conferencia Episcopal Argentina, Noviembre de 2008.
         Oficina del Libro de la CEA
NMA: “Navega mar adentro
         Conferencia Episcopal Argentina, Mayo de 2003.
         Oficina del Libro de la CEA
        
Notas


[1] Aparecida. “Documento Conclusivo”. CELAM, Mayo de 2007. “Discípulos y misioneros de Jesucristo, para que nuestros pueblos en Él tengan Vida. -Yo soy el Camino, la Verdad y la Vida- (Jn 14, 6); Oficina del Libro de la CEA, Buenos Aires, 2007.
[2] “Valoramos el camino pastoral que realizan las Iglesias particulares con sus nuevos planes y proyectos. Por ello, agradecemos la entrega generosa de los sacerdotes y diáconos, nuestros principales colaboradores, de los consagrados y consagradas, de los agentes pastorales y de todas las comunidades cristianas. Con ustedes deseamos seguir abiertos al impulso del Espíritu, que nos viene de Aparecida, para renovar el entusiasmo de ser discípulos misioneros de Jesucristo. De la mano de María, fiel discípula y servidora, queremos llevar vida plena a nuestro pueblo.” Declaración de los obispos al término la 95ª Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Argentina. (Pilar, 12 de abril de 2008)
[3] Aparecida. “Documento Conclusivo”. Nº 365 y ss.
[4] Juan Pablo II, “Tertio millennio adveniente”, Nº 33; 1994.
[5] Juan Pablo II, Carta Apostólica Novo milenio ineunte”, Nº 42, párr. b; 2001,
[6] Idem, Nº 43, párr. b.
[7] Aparecida “Documento Conclusivo”, Nº 258 – 265.
[8]En el mundo de hoy se da el fenómeno de la globalización como un entramado de relaciones a nivel planetario. Aunque en ciertos aspectos es un logro de la gran familia humana y una señal de su profunda aspiración a la unidad, sin embargo comporta también el riesgo de los grandes monopolios y de convertir el lucro en valor supremo. Como en todos los campos de la actividad humana, la globalización debe regirse también por la ética, poniendo todo al servicio de la persona humana, creada a imagen y semejanza de Dios.
En América Latina y el Caribe, igual que en otras regiones, se ha evolucionado hacia la democracia, aunque haya motivos de preocupación ante formas de gobierno autoritarias o sujetas a ciertas ideologías que se creían superadas, y que no corresponden con la visión cristiana del hombre y de la sociedad, como nos enseña la doctrina social de la Iglesia. Por otra parte, la economía liberal de algunos países latinoamericanos ha de tener presente la equidad, pues siguen aumentando los sectores sociales que se ven probados cada vez más por una enorme pobreza o incluso expoliados de los propios bienes naturales.” (cfr. Benedicto XVI, “Discurso Inaugural”, nº 2, párr. 2-3)
[9] cfr. Benedicto XVI, “Discurso Inaugural”, nº 3, párr. 4
[10] “La MISIÓN debe encarar la “pastoral de la fe” y está centrada en torno a tres ejes: la predicación, la catequesis, la piedad popular. A su vez la Misión debe tener dos ejes transversales: la animación bíblica de toda la pastoral, una fuerte espiritualidad mariana.” Mons. Luis Villalba, “Navega mar adentro – Aparecida y la Misión Continental”, Presentación en la 95ª Asamblea Plenaria, abril 2008.
[11] Idem.
[12] Cfr. Aparecida, “Documento Conclusivo”, Nº 170 – 177.
[13] Cfr. Aparecida, “Documento Conclusivo”, Nº 246.
[14] Aparecida, “Documento Conclusivo”, Nº 178-179
[15] Aparecida, “Documento Conclusivo”, Nº 249



Costa Rica

Mensaje de la 98 Asamblea Ordinaria



4 - 7 de agosto de 2009
A EJEMPLO DE MARÍA, PEREGRINOS CON NUESTRO PUEBLO

Hemos concluido la 98 Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal de Costa Rica, dedicada al análisis de algunos asuntos que preocupan a la Iglesia y al País, celebrada del 4 al 7 de agosto del 2009, en el Seminario Central de San José.

AÑO SACERDOTAL

Queremos compartir con nuestras comunidades cristianas la decisión del Santo Padre Benedicto XVI de convocar un AÑO SACERDOTAL, que dio inicio el 19 de junio pasado, solemnidad del Sagrado Corazón de Jesús y se prolongará hasta la misma solemnidad del próximo año 2010. El motivo ha sido la celebración del 150 aniversario de la muerte del Santo Cura de Ars, San Juan María Vianney, ejemplo de servicio y entrega para el ministerio sacerdotal. “Será un año para redescubrir la belleza y la importancia del sacerdocio y de cada sacerdote” nos dice el Papa.
El lema propuesto por el mismo Santo Padre es: “Fidelidad de Cristo, Fidelidad del Sacerdote”. Esto nos indica que el Sacerdocio es gracia y don de Dios para la comunidad eclesial. Por consiguiente, nuestra primera actitud ha de ser de agradecimiento por este don inmenso del sacerdocio que hemos recibido.
Queremos hacer llegar hasta nuestros sacerdotes, nuestros más cercanos colaboradores, nuestra profunda gratitud por su generosa entrega y colaboración pastoral en bien de las comunidades que les hemos encomendado.
Somos conscientes de los grandes desafíos que se presentan en la vida y ministerio de los sacerdotes. Estamos cerca de ustedes, apoyándoles y expresándoles nuestro cariño y preocupación de padres, hermanos y amigos. Ponemos en sus manos para su estudio y meditación la segunda edición del “Sacerdote que queremos”.
Volvamos nuestra mirada a la figura sacerdotal de San Juan María Vianney y aprendamos de él las virtudes propias de un pastor que, a ejemplo de Jesucristo, dio la vida por sus ovejas. Su de oración, la devota celebración de la Eucaristía, su amor filial a la Santísima Virgen María y su disponibilidad para atender a quienes lo buscaban, especialmente en el sacramento de la Confesión, han de ser ejemplo para nosotros.
A nuestros fieles les pedimos orar fervientemente por los sacerdotes, especialmente por los que están a su servicio. Recordar con gratitud a todos los sacerdotes que a lo largo de su vida han sido instrumentos de la gracia a través de los sacramentos y de alguna orientación espiritual. No debemos olvidar a los sacerdotes mayores, enfermos o que padecen otro sufrimiento, para que el Señor los fortalezca.
En este año sacerdotal intensifiquemos también, la oración y la promoción de las vocaciones al sacerdocio.

FESTIVIDAD NACIONAL DE NUESTRA SEÑORA DE LOS ÁNGELES

Cada año, durante la segunda quincena del mes de julio y durante el mes de agosto, todos los caminos desde los más recónditos rincones de Costa Rica conducen hacia el Santuario Nacional de Nuestra Señora de los Ángeles, en Cartago. Por estos caminos se desplazan cerca de dos millones de devotos de la Negrita de los Ángeles, como una manifestación de fe, de devoción, de petición y de gratitud por tantos favores recibidos.
Este año ha sido excepcional, ha sido la Madre, quien se ha desplazado por diversos puntos de la geografía nacional, como peregrina, para visitar a sus hijos, como lo hizo presurosa por la montaña para socorrer a su prima Isabel en sus necesidades.
La Imagen de la Virgen de los Ángeles por cada lugar que ha pasado, ha derramado abundantes bendiciones, ha marcado caminos de esperanza, ha repetido aquellas frases que escuchó de boca del Arcángel Gabriel: ”Alégrense”, “No tengan miedo”, “Para Dios nada hay imposible”. Ella ha estimulado a miles de personas que han salido a las calles a proclamar la confianza y la fe en su Hijo Jesucristo: niños, jóvenes, enfermos, discapacitados. Ella es la Madre del amor que vela por cada uno de sus hijos, no importa cual sea su condición y cubre con su manto bendito a todos los que ponen su mirada en Ella, especialmente, los que tienen algún sufrimiento, padecen alguna enfermedad o pasan alguna dificultad. A la vera del camino, en las plazas y en los parques todos han contemplado con confianza y esperanza a María la Madre de todos los costarricenses. Esta manifestación masiva de fe y amor a la Reina de los Ángeles es una señal clara de que en la base del ser costarricense radican los valores cristianos y espirituales sostenidos a lo largo de la historia patria por la imagen de Nuestra Señora de los Ángeles, hallada en 1635 en Cartago.

PANDEMIA DE INFLUENZA AH1N1

Uno de los problemas que más preocupan hoy, es la pandemia de la influenza AH1N1, que está extendida por todo el mundo y está cobrando vidas humanas. Para prever y detener esta epidemia, el Ministerio de Salud ha tomado todas las medidas y precauciones pertinentes. Así debe ser, la vida es el valor fundamental para la persona y para la sociedad. A toda costa se ha de preservar, respetar y defender. La Virgen María, es la Madre de la vida. En sus manos ponemos la vida como el valor fundamentad del ser humano, que la preserve y la custodie. Esta ha sido una de las súplicas más insistentes que le hemos dirigido en estos días.
Instamos una vez más, como lo hemos hecho ya en diversas ocasiones, a todos nuestros fieles a observar todas las medidas de prevención que se nos ha indicado para prevenir mayores contagios de esta enfermedad.
Sin embargo, lamentamos como se irrespeta y con facilidad se termina con la vida. Cuántas muertes suceden en las carreteras, por la imprudencia de los conductores o por el abuso de drogas que impiden conducir con conciencia, prudencia y respeto a los demás. Cuántas muertes nos informan los medios de comunicación diariamente, producidas por la violencia que se incrementa cada vez más. No menos grave y preocupante cuando contemplamos la vida amenazada en el mismo vientre de la madre por el aborto. Exhortamos a las familias, a los médicos y a los legisladores a defender la vida desde el mismo momento de la concepción hasta su fin natural.

MES DE LA FAMILIA

Hace cuarenta años el Movimiento Familiar Cristiano y el Ministerio de Educación Pública, decidieron celebrar en conjunto la semana de integración familiar. Es el único país en que la Iglesia y el Estado se han unido para reflexionar a nivel nacional sobre la importancia que tiene la familia como célula de la sociedad. Esta iniciativa ha dado frutos abundantes para la familia costarricense.
Recientemente se ha decidido no sólo dedicar una semana a institución tan importante como es la familia, sino dedicarle todo el mes de agosto, con el fin de hacer un alto durante el año para mirar con amor y admiración a la familia costarricense bastión que ha forjado la patria que tenemos.
Este año se ha elegido como tema: “La familia transmisora de virtudes y de valores”.
Estamos convencidos que la familia es la primera escuela de valores humanos, espirituales, morales y cívicos. Es en la familia donde nace, crece y madura la persona. Cada ser humano está marcado con el sello de su familia. Cada uno es lo que recibió en su familia. Con toda razón el Documento de Aparecida presenta a la familia como “uno de los valores más queridos de nuestros pueblos y como patrimonio de la humanidad” DA 5, 302, 435).
Exhortamos a todos los fieles a reflexionar y orar durante este mes de la familia, sobre la importancia que tiene la misma, como el espacio natural de cultivo y transmisión de las virtudes y valores humanos, espirituales y morales.

LA MISIÓN CONTINENTAL

La Misión Continental a que nos invitó el Papa Benedicto XVI y se comprometieron realizar los Obispos de la V Conferencia de Aparecida, y que consiste en “pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” DA 4 y ayudar a que todos en la Iglesia seamos también servidores de la Vida.
Esta misión conlleva una conversión personal, pastoral y eclesial e implica reformas espirituales, pastorales y también institucionales. Es decir cambios profundos en nuestra manera de vivir la fe, de organizar la pastoral y de servir al mundo, dejando de lado estructuras caducas que condicionan nuestro caminar.
Una de las estructuras pastorales que necesita de una renovación es la parroquia, para que responda a la Misión que queremos realizar a nivel nacional. Por este motivo, estamos elaborando un documento para impulsar la renovación parroquial, que lo estudiaremos mediante seminarios y talleres apropiados.

ORIENTACIONES PASTORALES DE NUESTRAS DIÓCESIS

Los Obispos de las Diócesis de San Isidro de El General, Puntarenas y Tilarán, han publicado una carta pastoral titulada: “La Iglesia entre las gentes del mar”, con fecha 2 de agosto de 2009. Se trata de una propuesta de acompañamiento pastoral a las comunidades costeras del Pacífico costarricense. Su objetivo fundamental es plantear la difícil situación socio económica que padece el sector pesquero artesanal presente a lo largo del litoral pacífico y de las islas. La inseguridad de sus viviendas en que la regulación sobre la zona marítima terrestre pone a centenares de familias que viven de la pesca es la ocasión que ha dado origen a esta carta pastoral.
El esquema ver, juzgar y actuar es el método que ha guiado la descripción de la situación, lo que debería ser a la luz del Evangelio y del Magisterio de la Iglesia y las propuestas de solución. La dignidad humana, la primacía del hombre y de la mujer en el universo, el destino universal de los bienes, la ética que debe regir la legislación y sus aplicaciones y el sentido del desarrollo de la Iglesia de pasar de condiciones menos humanas a más humanas, son los conceptos y puntos doctrinales que motivan y nutren este mensaje.
También, Monseñor Vittorino Girardi, Obispo de Tilarán, ha escrito una carta pastoral titulada “Discípulos tras las huellas de Cristo”, que trata de iluminar la realidad de la Región Chorotega a la luz del Evangelio, sobre el medio ambiente, la creciente industria del turismo y sus consecuencias. Plantea a la vez, la problemática del agua como el precioso recurso de sobrevivencia.
Los datos del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos INEC) del 2008 revelan que la Región Chorotega es la más pobre del país con un 26 % de pobreza. Aquí la palabra del Obispo se vuelve profética y es “voz de los que no tienen voz”.
Que Nuestra Señora de los Ángeles, Patrona y Reina de Costa Rica, nos acompañe y nos conceda su maternal intercesión en estos momentos que vivimos.
Con nuestra bendición,

Los Obispos de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

Monseñor Hugo Barrantes Ureña
Arzobispo Metropolitano de San José
Presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

Monseñor Guillermo Loría Garita
Obispo diocesano de San Isidro de El General
Vice- presidente de la Conferencia Episcopal de Costa Rica

Monseñor Óscar Fernández Guillén
Obispo diocesano de Puntarenas
Secretario General

Monseñor José Rafael Quirós
Obispo diocesano de Limón

Monseñor Osvaldo Brenes
Obispo diocesano de Ciudad Quesada

Monseñor José Francisco Ulloa Rojas
Obispo diocesano de Cartago

Monseñor Ángel Sancasimiro Fernández
Obispo diocesano de Alajuela

Monseñor Vittorino Girardi Stellin
Obispo diocesano de Tilarán




El Salvador


Carta pastoral de los Obispos de El Salvador
con ocasión de la Misión Continental
" Una Iglesia en misión permanente "

Conferencia Episcopal de El Salvador



6 de agosto de 2008

 
Queridos hermanos y hermanas:

Cada año contemplamos el rostro de Jesucristo en el misterio de su transfiguración. El Divino Salvador, que da nombre a nuestra querida nación, es el Hijo de Dios hecho hombre, el siervo sufriente que murió por nosotros en la cruz y que resucitó para nuestra salvación. A la luz de este misterio tan entrañable contemplamos también a la comunidad salvadoreña, sintiéndonos solidarios con sus angustias y esperanzas, con sus tristezas y alegrías.

En el marco de las fiestas agostinas del presente año, los obispos de El Salvador les saludamos en el nombre del Señor Jesús: que su paz y su amor reinen en el corazón de cada uno y de cada una de ustedes.

En esta solemne ocasión deseamos unirnos a toda la Iglesia que vive y celebra su fe en los distintos países de América Latina y el Caribe, porque el domingo 17 del mes en curso se inaugurará la Misión Continental, según el compromiso asumido por el episcopado latinoamericano en Aparecida, Brasil.

En ese insigne santuario mariano los pastores del continente reunidos en Conferencia General, expresaron así su esperanza:

Será un nuevo Pentecostés que nos impulse a ir, de manera especial, en búsqueda de los católicos alejados y de los que poco o nada conocen a Jesucristo, para que formemos con alegría la comunidad de amor de nuestro Padre Dios. Misión que debe llegar a todos, ser permanente y profunda (Mensaje Final, 5).

1. “He venido para que tengan vida”

Como sabemos, la Quinta Conferencia General del episcopado latinoamericano y caribeño examinó el tema:

Discípulos y misioneros de Jesucristo para que nuestros pueblos, en él, tengan vida.

Con un corazón rebosante de gratitud escuchamos una vez más las palabras de Jesús: He venido para que tengan vida y la tengan en abundancia (Jn 10, 10). La Iglesia está llamada no sólo a anunciar a Cristo y su Evangelio, sino también a trabajar para que el Reino de Dios se haga presente en la historia concreta de la patria, de los distintos ambientes, de la familia y de cada persona.

El Documento de Aparecida toma como hilo conductor esta promesa de Jesús. Lo hace examinando cómo está la vida de nuestros pueblos (primera parte), para luego reflexionar sobre la vida de Cristo en nosotros (segunda parte) y ofrecer al final luminosas orientaciones para que nuestros pueblos, en él, tengan vida (tercera parte).

Con gozo reconocemos que haber encontrado al Señor es lo mejor que nos ha sucedido en nuestra vida y por eso sentimos el impulso de compartir esta experiencia con todos nuestros hermanos, pero de manera especial con quienes, por razones que sólo Dios conoce plenamente, han abandonado la Iglesia o se encuentran lejos de ella.

Esto se debe, en muchos casos, a que no todos los bautizados han tenido la experiencia de un encuentro personal con Jesucristo porque no han sido plenamente evangelizados. Otra de las causas es, sin duda, la falta de testimonio de parte de muchos de los que nos llamamos discípulos del Señor. Sabemos bien que quien ha encontrado a Cristo no puede guardar sólo para sí ese tesoro, ya que él es la perla preciosa. En él debemos fijar nuestra mirada, a él hay que conocer, amar e imitar, para vivir con él la vida trinitaria y transformar con él la historia hasta su perfeccionamiento en la Jerusalén celeste (NMI, 29).

Por su parte, el Papa Benedicto XVI nos recuerda que no se comienza a ser cristiano por una decisión ética o una gran idea, sino por el encuentro con un acontecimiento, con una Persona, que da un nuevo horizonte a la vida y, con ello, una orientación decisiva” (Deus  Caritas est, 1).

2. “Tengo compasión de la gente”

La bella imagen de un pueblo congregado en torno a Jesucristo, después de haberle acompañado en la procesión de La Bajada, expresa en forma elocuente lo que queremos ser: discípulos del Señor, atentos a la voz del Padre que resonó en la cumbre del Tabor: Este es mi Hijo, el amado; este es mi elegido, escúchenlo (Mt 17, 5).

Nos viene también a la mente otra imagen del Evangelio: la de Jesús que, al ver a la multitud hambrienta de su palabra, sintió compasión de ellos porque estaban como ovejas sin pastor (Mc 6, 34). Acto seguido, nuestro Señor se puso a enseñarles largamente (Ibid.) los misterios del Reino que él ha venido a anunciar y a hacer presente.

A los discípulos que se le acercan preocupados porque se ha hecho tarde y le piden que despida a la gente, nuestro Señor les responde: Denles ustedes de comer (Mc 6, 37). En esa actitud de Jesús está resumida su misión: él ha venido para que tengamos vida en abundancia, y esto incluye tanto el anuncio del evangelio como la promoción humana integral.

De esta manera, Cristo nos ha enseñado la actitud con la que debemos contemplar a las multitudes que caminan como ovejas sin pastor: la compasión. El siervo de Dios Juan Pablo II comenta bellamente estas palabras del Señor:

En este caso hay que recurrir a esa nueva fantasía de la caridad que ha de promover no tanto y no sólo la eficacia de la ayuda prestada, sino la capacidad de hacerse cercano a quien está necesitado, de modo que los pobres se sientan en cada comunidad cristiana como en su propia casa (Pastores Gregis, 73).

Con esa actitud deseamos acercarnos a las innumerables familias que padecen distintos tipos de carencia, tanto material como espiritual. Son realidades que contradicen el plan del Padre para la comunidad salvadoreña porque están marcadas por el dolor, el sufrimiento y la marginación.

Son rostros concretos que reflejan la angustia porque se hace cada vez más difícil conseguir el pan de cada día, la zozobra por el incremento constante del costo de la canasta básica, el drama del desempleo y subempleo, y la amenaza permanente de las distintas formas de violencia.

El Santo Padre lo señaló en Aparecida como un desafío colosal que debemos asumir en América Latina y el Caribe a fin de que el continente de la esperanza sea también el continente del amor (Discurso inaugural, 4).

3. Discípulos y misioneros de Jesucristo

Pero es en estas situaciones dramáticas donde emerge con fuerza la riqueza más grande que anida en el  corazón del pueblo salvadoreño: su fe profunda en Jesucristo, el Divino Salvador del Mundo. Una fe que la mayoría de nuestros compatriotas bebió de las fuentes puras de la Iglesia Católica, donde encontró el don de la palabra de Dios y el don de la Eucaristía, en una atmósfera en la que se experimenta la ternura de la Virgen María, Madre del Salvador. Una fe que se expresa en las distintas formas de la piedad popular.

El Documento de Aparecida afirma el aprecio profundo de los pastores hacia esta forma de expresión de la fe cristiana en la cual aparece el alma de los pueblos latinoamericanos (Discurso inaugural, 1); es nuestro deber como guías del pueblo de Dios, promoverla, protegerla y, cuando sea necesario, evangelizarla o purificarla para que conduzca a los fieles al encuentro personal con Jesucristo (cf. Documento de Aparecida, 258-265).

Para cultivar esa fe queremos impulsar en todas las parroquias, asociaciones, movimientos apostólicos, centros de educación católica y, en primer lugar en las familias, un proceso de formación que tenga como punto de partida el encuentro personal con Jesucristo. De esta manera  llegaremos a ser verdaderos discípulos del Señor.

Una de las grandes contribuciones de la Quinta Conferencia fue precisamente señalar que el encuentro con Jesucristo desencadena un proceso que lleva a la conversión, al discipulado, a la comunión y  a la misión (cf. DA 278). A lo largo del documento vamos aprendiendo que, según la enseñanza del Vicario de Cristo, todo auténtico cristiano debe ser discípulo y misionero. En efecto, discipulado y misión son como las dos caras de una misma medalla: cuando  el discípulo está enamorado de Cristo, no puede dejar de anunciar al mundo que sólo él nos salva (Discurso inaugural,  3).

En la misma línea se expresan los obispos latinoamericanos en el Mensaje Final:

La primera invitación que Jesús hace a toda persona que ha vivido el encuentro con él, es la de ser su discípulo, para poner sus pasos en sus huellas y formar parte de su comunidad. ¡Nuestra mayor alegría es ser discípulos suyos! El nos llama a cada uno por nuestro nombre, conociendo a fondo nuestra historia (cf. Jn 10, 3), para convivir con él y enviarnos a continuar su misión (cf. Mc 3, 14-15) (Mensaje, 2).

Por eso, la formación de discípulos seguirá siendo, una de nuestras prioridades. Aparecida enumera algunos criterios que asumiremos con decisión y entusiasmo (cf. DA 279-285). Es un proceso permanente que nos exige asumir con humildad el reto que los obispos latinoamericanos designan como la conversión pastoral de la Iglesia. Esta implica escuchar con atención y discernir ‘lo que el Espíritu está diciendo a las Iglesias’ (Ap 2, 29) a través de los signos de los tiempos en los que Dios se manifiesta (DA, 366).

El fruto precioso de tal proceso será una Iglesia que se hace discípula y forma discípulos dispuestos a cumplir con responsabilidad y audacia la tarea misionera. Evidentemente, no podemos ser discípulos misioneros si no aprendemos a escuchar al Maestro y si no cultivamos la amistad con él mediante la oración:

En un mundo sediento de espiritualidad y conscientes de la centralidad que ocupa la relación con el Señor en nuestra vida de discípulos, queremos ser una Iglesia que aprende a orar y enseña a orar. Una oración que nace de la vida y el corazón y es punto de partida de celebraciones vivas y participativas que animan y alimentan la fe (Mensaje, 3).

4. Una Iglesia en estado de misión

El documento conclusivo de la Quinta Conferencia, recordando el mandato del Señor de ir y hacer discípulos de todos los pueblos (Mt 28, 20), desea despertar un gran impulso misionero en nuestras naciones. Tal como lo propone el CELAM en un sugestivo documento sobre la Misión Continental, para conseguirlo, con la ayuda de Dios, estamos llamados a:

• “aprovechar intensamente esta hora de gracia;
• implorar y vivir un nuevo Pentecostés en todas las comunidades cristianas;
• despertar la vocación y la acción misionera de los bautizados, y alentar todas las vocaciones y ministerios que el Espíritu da a los discípulos de Jesucristo en la comunión viva de la Iglesia;
• salir al encuentro de las personas, las familias, las comunidades y los pueblos para comunicarles y compartir el don del encuentro con Cristo, que ha llenado nuestras vidas de sentido, de verdad y amor, de alegría y de esperanza.

El Espíritu Santo nos precede en este camino misionero. Por eso confiamos que este testimonio de Buena Nueva constituya, a la vez, un impulso de renovación eclesial y de transformación de la sociedad” (La Misión Continental para una Iglesia misionera, pp. 9-10).

No se trata de algo nuevo, puesto que la misión es parte constitutiva de la identidad de la Iglesia, llamada por el Señor a evangelizar a todos los pueblos: Su razón de ser es actuar como fermento y como alma de la sociedad, que debe renovarse en Cristo y transformarse en familia de Dios (Gaudium et Spes, 40).

Por eso, la misión que se realice como fruto del Encuentro de Aparecida, debe, ante todo, animar la vocación misionera de los cristianos, fortaleciendo las raíces de su fe y despertando su responsabilidad para que todas las comunidades cristianas se pongan en estado de misión permanente.

Así, la misión nos llevará a vivir el encuentro con Jesús como un dinamismo de conversión personal, pastoral y eclesial capaz de impulsar hacia la santidad y el apostolado a los bautizados, y de atraer a quienes están alejados del influjo del evangelio y a quienes aún no han experimentado el don de la fe.

Esta experiencia misionera abre un nuevo horizonte para la Iglesia de todo el continente, que quiere recomenzar desde Cristo, recorriendo junto a él un camino de maduración que nos capacite para ir al encuentro de toda persona, hablando el lenguaje cercano del testimonio, de la fraternidad, de la solidaridad.

Sí, lo sabemos bien, la fe actúa por medio del amor. La Eucaristía, sacramento de comunión, nos lleva a la solidaridad. Este fue el deseo ferviente expresado por el Vicario de Cristo al inaugurar los trabajos de la Quinta Conferencia:

¡Sólo de la Eucaristía brotará la civilización del amor que transformará Latinoamérica y el Caribe para que además de ser el Continente de la esperanza, sea también el Continente del amor!  (Discurso Inaugural, 4).

5. Algunas orientaciones pastorales

La Iglesia en El Salvador, junto con las Iglesias hermanas en todo el continente se declara este día en estado permanente de misión. Hemos querido aprovechar la fecha tan especial de la fiesta titular de la República para lanzar oficialmente la Misión Continental en nuestro país. Será un tiempo de gracia, un camino de renovación, de conversión personal, social y pastoral. De esta manera podremos responder adecuadamente a los grandes desafíos de nuestra época.

Para ello, delante de la bendita imagen del Divino Salvador del Mundo, renovamos nuestra profesión de fe, como lo hicieron los obispos reunidos en Aparecida:

Somos amados y redimidos en Jesús, Hijo de Dios, el Resucitado vivo en medio de nosotros; por él podemos ser libres del pecado, de toda esclavitud, y vivir en justicia y fraternidad. ¡Jesús es el camino que nos permite descubrir la verdad y lograr la plena realización de nuestra vida!  (Mensaje, 1).

La misión que hoy anunciamos se realizará en cada una de las diócesis de acuerdo a los respectivos planes pastorales, en sintonía con las Iglesias particulares del continente y con momentos celebrativos vividos en común a nivel latinoamericano. El objetivo es llegar a ser una Iglesia que vive en misión permanente.

Conocemos los diversos esfuerzos que se están realizando en parroquias, asociaciones, movimientos apostólicos, comunidades de vida consagrada y otros grupos cristianos. Es algo que vemos con gran esperanza y que alentamos de corazón. Por nuestra parte, como pastores encargados de guiar al pueblo católico en la tierra del Divino Salvador, ofrecemos las siguientes orientaciones pastorales, a fin de que el esfuerzo que se realiza con tanta generosidad, sea coronado con abundantes frutos que lleven a más y más salvadoreños al encuentro personal con Jesucristo y a la experiencia maravillosa de convertirse, a su vez, en sus discípulos y misioneros:

a) En primer lugar, debemos tener siempre presente la necesidad absoluta de pedir al dueño de la mies, no sólo que envíe más obreros sino que quienes estamos trabajando en su viña, lo hagamos en su nombre y con la fuerza de su Espíritu.

b) Nuestra palabra se dirige ante todo a los sacerdotes. De ustedes, queridos hermanos, depende en gran parte el buen éxito de la misión: de su entusiasmo, de su testimonio, de su entrega generosa para que el Documento Conclusivo de la Quinta Conferencia sea conocido y puesto en práctica. La propuesta de Aparecida sobre la renovación parroquial debe encontrar en ustedes una actitud de cálida acogida, dispuestos a responder al llamado insistente a una profunda conversión, no sólo personal sino también pastoral, con todo lo que ello implica (cf. DA, 365-372).

c) La parroquia renovada que soñamos no puede contentarse con una pastoral de conservación, sino que debe configurarse como una auténtica parroquia misionera. Se escucha con frecuencia el lamento de que no pocos hijos e hijas de la Iglesia han abandonado o están abandonando a la madre que les engendró a la fe. Esto nos obliga a un sincero examen de conciencia, para ver hasta dónde imitamos a Jesús, el buen pastor, que salió a buscar a la oveja que no estaba en el redil.

d) En el nivel diocesano, cada uno de los obispos está impulsando procesos evangelizadores según las líneas pastorales que orientan la acción de su respectiva Iglesia Particular. La misión no pretende sustituirlas sino potenciarlas.

e) Una Iglesia misionera no puede ser indiferente a los desafíos que nos presenta la realidad de El Salvador, tanto en el campo religioso como a nivel económico, político, social y cultural. Debemos mirar de frente problemas como el secularismo creciente, la migración de católicos a otros grupos religiosos, la inhumana pobreza que impide a tantas familias una vida digna, el fenómeno de tantos compatriotas que abandonan su casa y su patria, buscando mejores condiciones económicas, con las consecuencias dolorosas que a menudo ello conlleva en el seno familiar, como lo hemos señalado tantas veces. En estas realidades dolorosas hay una llamada del Señor a que seamos profetas de esperanza y a que comuniquemos la vida nueva del resucitado en el corazón de las personas y en los distintos ambientes del mundo.

6. Elementos centrales de la misión

Pero todo nuestro empeño será frágil si no damos una prioridad fundamental a la formación de verdaderos discípulos misioneros de Jesucristo. Una formación que  tenga en cuenta los medios o instrumentos que nos propone el documento del CELAM antes citado (cf. pp. 18-23):

• Beber de la palabra, lugar de encuentro con Jesucristo

Para ello queremos dar un impulso particular a la pastoral bíblica, entendida como animación bíblica de la pastoral, que sea escuela de interpretación o conocimiento de la Palabra, de comunión con Jesús u oración con la Palabra, y de evangelización inculturada o de proclamación de la Palabra (DA, 248).

• Alimentarse de la Eucaristía

Debe darse especial relieve a la liturgia, sobre todo a los sacramentos de la iniciación cristiana  (bautismo, confirmación y Eucaristía), signos que expresan y realizan la vocación de discípulos de Jesús a cuyo seguimiento somos llamados. Ahora más que nunca es necesario tomar plena conciencia de que la Eucaristía es el lugar privilegiado del encuentro del discípulo con Jesucristo y, a la vez, fuente inagotable de la vocación cristiana y del impulso misionero.

• Construir la Iglesia como casa y escuela de comunión

El  siervo de Dios Juan Pablo II afirmaba que el gran desafío del tercer milenio es la comunión. En efecto, un tercer espacio de encuentro con Jesucristo es la vida comunitaria: “Jesús está presente en medio de la comunidad viva en la fe y en el amor fraterno. Allí el cumple su promesa: ‘Donde están dos o tres reunidos en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos’ (Mt 18,20)” (DA, 256). Formar comunidad implica adoptar la actitud de Jesús, asumir su destino pascual con todas sus exigencias, participar en su misión, estar en actitud de permanente conversión y mantener la alegría del discípulo misionero al servicio del Reino. Esta exigencia evangélica demandará la renovación de las estructuras pastorales, a fin de impulsar una nueva forma de ser Iglesia: más fraterna, expresión de comunión, más participativa y más misionera.

• Servir a la sociedad, en especial, a los pobres

Un cuarto medio de encuentro con Jesucristo y de acción misionera es el servicio a la sociedad para que nuestros pueblos tengan la vida de Cristo y, de un modo especial, el servicio a los pobres, enfermos y afligidos (cf. Mt 25, 37-40), que reclaman nuestro compromiso y nos dan testimonio de fe, paciencia en el sufrimiento y constante lucha para seguir viviendo. ¡Cuántas veces los pobres y los que sufren realmente nos evangelizan! En el reconocimiento de esta presencia y cercanía y en la defensa de los derechos de los excluidos, se juega la fidelidad de la Iglesia a Jesucristo (cf. NMI, 49). El encuentro con Jesucristo en los pobres es una dimensión constitutiva de nuestra fe en Jesucristo. De la contemplación de su rostro sufriente en ellos y del encuentro con él en los afligidos y marginados, cuya inmensa dignidad él mismo nos revela, surge nuestra opción por ellos. La misma adhesión a Jesucristo es la que nos hace amigos de los pobres y solidarios con su destino (DA, 257).

Concluimos nuestra exhortación pastoral haciendo nuestro el vehemente llamado de la Quinta Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y Caribeño, al terminar sus trabajos en Aparecida:

¡Que nadie se quede con los brazos cruzados! Ser misionero es ser anunciador de Jesucristo con creatividad y audacia en todos los lugares donde el Evangelio no ha sido suficientemente anunciado o acogido, en especial, en los ambientes difíciles y olvidados y más allá de nuestras fronteras  (Mensaje, 4).

El reciente Congreso Misionero Salvadoreño, que despertó tantas energías evangelizadoras y tanto ardor apostólico, ha creado el clima que necesitamos para ponernos en camino desde nuestros propios lugares y responsabilidades. En al Año Paulino surge de nuestro corazón el grito del Apóstol de los gentiles: ¡Ay de mí si no anuncio el Evangelio! (I Cor 9, 16).

Invocando una especial bendición del Divino Salvador, inauguramos hoy la gran misión en este país que lleva su nombre. Que la Virgen María, Madre de Cristo y de la Iglesia, la perfecta discípula y misionera, nos acompañe en nuestro caminar.

San Salvador, 6 de agosto de 2008.



Guatemala


Carta pastoral de los Obispos de Guatemala

 
"Convocatoria a la Misión Continental"

Conferencia Episcopal de Guatemala

4 de junio de 2009

Queridos hermanos y hermanas,

Jesucristo Resucitado dejó a sus discípulos una misión y una tarea: Anunciar el Evangelio a todos los pueblos, en todos los tiempos (cf. Mt 28,19). Desde entonces los discípulos y seguidores de Jesús somos también sus heraldos y misioneros. “No podemos dejar de proclamar lo que hemos visto y oído” (Hch 4, 20). No podemos guardar para nosotros solos la alegría de la fe y de la vida nueva en Cristo y por eso queremos compartirlas con hombres y mujeres, jóvenes y ancianos, para que el amor que Dios nos tiene sea, para todos, fuente de gozo y esperanza. Jesús envió sobre sus discípulos el Espíritu Santo para hacerlos también misioneros (cf. Jn 20, 21-22). Desde esos orígenes hasta nuestros días, Jesucristo no ha dejado de enviar sobre su Iglesia la fuerza de su Espíritu, para que con el anuncio y la vivencia del Evangelio, los que ya son seguidores de Jesús y miembros de la Iglesia atraigan a otros a la fe y a la vida de la Iglesia, y estos nuevos creyentes se conviertan también en testigos. Jesucristo nos ha enviado para ser testigos del Evangelio (cf. Lc 24, 48). El amor del Padre, la gracia del Hijo y la comunión del Espíritu Santo (cf. 2Cor 13,13) son el origen, el modelo y la fuerza de esta misión.

La V Conferencia General del Episcopado Latinoamericano y del Caribe, en mayo del 2007 en Aparecida, Brasil, quiso renovar para nuestros días ese encargo misionero que Jesús dejó a la Iglesia, esa actitud evangelizadora que nos debe caracterizar a nosotros los discípulos. Por eso, llamó a realizar la misión continental en todas las iglesias particulares del continente. Estas son sus palabras: “Asumimos el compromiso de una gran misión en todo el Continente, que nos exigirá profundizar y enriquecer todas las razones y motivaciones que permitirán convertir a cada creyente en un discípulo misionero. Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo. Necesitamos que cada comunidad cristiana se convierta en un poderoso centro de irradiación de la vida en Cristo. Esperamos un nuevo Pentecostés que nos libre de la fatiga, la desilusión, la acomodación al ambiente; una venida del Espíritu que renueve nuestra alegría y nuestra esperanza” (DAp 362).

Los obispos de Guatemala anunciamos con gozo que asumimos la propuesta de Aparecida, y desde este  momento convocamos a todas nuestras diócesis, parroquias, movimientos, comunidades, familias y  personas a entrar en la dinámica de la misión. Acabamos de celebrar la fiesta de Pentecostés, cuando Jesucristo desde el cielo envió por primera vez el don del Espíritu que impulsó a la primera comunidad eclesial en la tarea misionera. Celebramos también la fiesta de la Santísima Trinidad en cuyo nombre anunciamos el evangelio y hemos sido bautizados. En el nombre del Padre, del Hijo y del Espíritu Santo, los convocamos, hermanos y hermanas a anunciar la vida, a proclamar la fe, a fortalecer el amor, a confirmar la esperanza. La misión continental es una convocatoria personal que urge a todos los discípulos de Jesús a asumir con vigor su vocación misionera. La misión continental es una propuesta pastoral que apremia a las comunidades, movimientos, asociaciones e instituciones católicas, institutos de vida consagrada, parroquias y diócesis a privilegiar la misión como columna vertebral de su acción pastoral. La misión continental es un estilo de acción eclesial que debe convertirse en rasgo permanente, en actitud duradera, en línea pastoral articuladora de todas las demás actividades que constituyen la vida de la Iglesia. “Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir cualquier persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida, y darlo a conocer con nuestra palabra y obras es nuestro gozo” (DAp 32).

Comprendemos entonces que la realización de la misión continental es un proyecto que requiere en primer lugar que nos sensibilicemos para captar su urgencia y necesidad. En segundo lugar debemos pasar por procesos de conversión personal y pastoral que nos abran a nuevas formas de realizar la acción de la Iglesia. En tercer lugar nos convoca al estudio, a la reflexión, a la planificación, para diseñar los modos más eficaces para llevarla a cabo en las comunidades, en las diversas instancias eclesiales, en las parroquias y en las diócesis. En cuarto lugar nos orienta a adquirir la formación que necesitamos para llevarla a cabo. Finalmente, en quinto lugar, nos conducirá a ponerla en práctica como forma normal de vida y realización de la Iglesia.

Con esta convocatoria que realizamos el día de hoy iniciamos la etapa de la sensibilización. Creemos que Jesucristo es la fuente de vida, de alegría y de esperanza para todas las personas y para todos los pueblos. Creemos con el apóstol san Pedro que “nadie más que Él puede salvarnos, pues sólo a través de Él nos concede Dios a los hombres la salvación sobre la tierra” (Hch 4,12). Sólo pensar que ya no se hable más de Jesús y que no sea él nuestro gozo, nuestra fortaleza, nuestra luz hace que de nuestro corazón surja la pregunta: “Señor, ¿a quién iríamos? Tus palabras dan vida eterna. Nosotros creemos y sabemos que Tú eres el Santo de Dios” (Jn 6,68-69). En Cristo hemos conocido el amor de Dios que nos sostiene y que es la causa de nuestra existencia; su palabra, su cercanía a pobres y enfermos, su muerte en la cruz han sido la prueba más patente del amor de Dios por nosotros. Ese es el amor que revela el valor y dignidad de nuestra vida; el amor que permite que los pobres, que hemos creído en él, sepamos que tenemos en herencia el reino de los cielos (cf. Mt 5,3).

¡Ánimo, Iglesia de Guatemala! ¡Tu vida es misión! Cuentas con la fuerza del Espíritu para ser Iglesia misionera. Ofrece a todas las gentes, con sencillez y valentía, el Evangelio que es Jesús. Enciende el corazón de los jóvenes que buscan sentido para sus vidas y alegría para su corazón. Pon fuego en las familias para que sean hogar en que madura la fe y crecemos en santidad. Recuerda en especial a los que se alejaron y aquellos de los cuales tú misma te alejaste. Dialoga con confianza con quienes dicen que no creen en Dios y que no saben nada de Jesús. Ofrece a toda la sociedad la fuerza humanizadora del Evangelio. Promueve la solidaridad, la reconciliación y la paz. Sé impulsora de la dignidad de los hombres, de la calidad moral de los pueblos, del desarrollo liberador de las culturas. Acoge en tu seno a los pobres, a los enfermos y marginados porque tú reconoces en ellos a los hijos e hijas de Dios. Alumbra, para todos, la esperanza del Reino, que señala el rumbo y la meta de nuestras vidas.

Por eso invocamos a María, la Madre de la Iglesia. Ella junto con los apóstoles y la comunidad de discípulos recibió el don del Espíritu en el primer Pentecostés. Que ella nos enseñe a meditar en el corazón todo lo que se nos anuncia acerca de su Hijo (cf. Lc 2,19); que ella nos oriente para realizar todo lo que él diga (cf. Jn 2, 5); que ella ponga en nuestros labios la palabra agradecida para proclamar que el Señor  derribó de sus tronos a los poderosos y ensalzó a los humildes” (Lc 1,52); que ella junto con nosotros clame a Jesús: “¡Amén! ¡Ven Señor Jesús!” (Ap 22,20).

Guatemala, 4 de junio de 2009.



Panamá

Homilía pronunciada por S.E.R. Mons. José Luis Lacuza
Con motivo del lanzamiento de la Misión Continental



"En la peregrinación de Atayala"




Conferencia Episcopal de Panamá




1 de marzo de 2009


Queridos Hermanos Obispos, Mons. Gregory, Encargado de Negocios de la Nunciatura Apostólica, queridos Sacerdotes, Diáconos, Religiosos, Religiosas, hermanas y hermanos todos, presentes en la Basílica Menor de Atalaya o que nos sintonizan a través de la televisión o la radio.

En primer lugar, quiero expresar la gratitud de la Conferencia Episcopal Panameña a Mons. Óscar Mario Brown, Obispo de Santiago de Veraguas, por brindarnos este espacio privilegiado de la romería a Atalaya para el lanzamiento de la Misión en Panamá. A la vez, Mons. Óscar, en nombre de la Conferencia, reciba nuestro testimonio público de apoyo y solidaridad en las delicadas situaciones vividas en este mismo lugar en torno a la venerada imagen del Nazareno. De ninguna manera podemos aceptar el irrespeto ni la coacción física de que fue objeto. Y confiamos en que, con la sabiduría, paciencia y prudencia que le caracterizan, con el apoyo de su clero y fieles, y con un diálogo abierto y sincero, superarán todas las dificultades.

Como peregrinos hemos llegado a los pies del Nazareno de Atalaya, cargados con el peso de nuestros pecados, amarguras, dolores, dificultades, para encontrar perdón, consuelo, acogida, en las manos abiertas y en el rostro doliente de Aquél que « cargó con nuestras culpas y fue triturado por nuestros delitos » (Is 53, 5) Sin duda, al comienzo de la Cuaresma, el llamado a la conversión es el que más fuerte resuena en la Liturgia y es el que resulta más palpable en esta Basílica en la que miles y miles de fieles recurrimos al sacramento de la Reconciliación para, con la gracia de Dios, iniciar una vida nueva. Y ¿dónde mejor que en Atalaya, bajo los ojos misericordiosos del Nazareno, para sentir el llamado a convertirnos? ¿Dónde mejor que en Atalaya, a los pies del Nazareno cargado con la cruz, para sentir toda la fuerza del amor compasivo del Padre? ¿Dónde mejor que en Atalaya, ante el Nazareno dispuesto a morir por nuestros pecados, para sentir la gravedad de nuestras negativas al plan de Dios?

En el contexto de la peregrinación a Atalaya y del inicio de la Cuaresma, la Iglesia de Panamá lanza el llamado a la Misión Continental. Es el compromiso que la Iglesia de América Latina y El Caribe asumió en Aparecida en mayo del 2007 y que, posteriormente, en Quito, en agosto del 2008, en la celebración del Tercer Congreso Americano Misionero, se ratificó con el lema « AMÉRICA CON CRISTO: ESCUCHA, APRENDE Y ANUNCIA ». No cabe duda de que a Atalaya se viene como peregrinos, para, a los pies del Nazareno, escuchar y aprender. Pero es necesario que de Atalaya regresemos como misioneros, para anunciar. Y, por eso, me parece importante, en este momento, clarificar el « por qué », el « para qué » y el « cómo » de la Misión.

1. ¿Por qué la Misión? Porque somos la Iglesia de Jesús, el « enviado », el « misionero » del Padre. Así se definió en la sinagoga de Nazareth, precisamente inmediatamente después del episodio de Jesús en el desierto que hemos proclamado en el evangelio: « El Espíritu del Señor sobre mí, porque me ha ungido para anunciar a los pobres la Buena Nueva, me ha enviado a proclamar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, para dar la libertad a los oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor » (Lc 4, 18). Y Él mismo escogió y envió a los Apóstoles, es decir a la Iglesia, para continuar su misión: « Como el Padre me envió, también yo les envío » (Jn 20, 21), « Vayan por todo el mundo y proclamen la Buena Nueva a toda la creación » (Mc 16, 15). En consecuencia, la Iglesia de Jesús es misionera por naturaleza, a tiempo completo y en todas sus estructuras y, como decía el Papa Pablo VI: « La tarea de la evangelización de todos los hombres, constituye la misión esencial de la Iglesia. Evangelizar constituye la gracia y vocación propia de la Iglesia, su identidad más profunda. Ella existe para evangelizar » (EN 14). En algún momento de nuestra historia, sin duda por múltiples razones, perdimos el « aguijón » de la misión y dejamos de sentir el apremio de la misión que expresaba San Pablo con el « grito » angustioso: « Ay de mí si no predico el Evangelio » (ICor 9, 16). El Papa Benedicto XVI, al inaugurar el Sínodo sobre la Palabra, decía que estas palabras del Apóstol de los Gentiles constituyen « un grito que para todo cristiano se convierte en invitación insistente a ponerse al servicio de Cristo » (5 de octubre de 2008). ¿Y no decía el mismo Jesús: « He venido a arrojar un fuego sobre la tierra y ¡cuánto desearía que ya estuviera encendido! » (Lc 12, 49)? Recuperar nuestra identidad misionera, nuestro celo misionero, ese es el objetivo fundamental de la Misión Continental y de nuestro empeño misionero dependerá que nuestra tierra panameña arda en el fuego del amor de Cristo.

2. ¿Para qué la Misión? Es evidente que la misión tiene, según el texto que hemos citado de la sinagoga de Nazareth, unas líneas bien claras: anunciar la Buena Nueva, que consiste en que nadie está excluido del amor del Padre, ni los pobres, ni los enfermos, ni los pecadores y, en definitiva, por encima de las condiciones personales o sociales en que nos encontremos, estamos invitados a participar y gozar de la vida de Dios. Y eso es lo que señala Aparecida con su lema: « Discípulos y Misioneros de Jesucristo, para que en Él nuestros pueblos tengan vida » más la apostilla del versillo bíblico: « Yo soy el camino, la verdad y la vida » (Jn 14, 6). El fruto de la misión es la « vida », pero no cualquier vida sino la vida de Jesucristo, el que vino para que todos « tengan vida y la tengan en abundancia » (Jn 10, 10). Podríamos decir que, así como no se puede ser discípulo de Cristo sin ser misionero, tampoco, sin ser promotores de la vida. Y eso implica, no sólo defender la vida en todas sus etapas, sino también luchar y promover una vida digna para todos y todas, sin exclusión de ninguna clase ni de ningún ámbito. Por eso, desde nuestra identidad cristiana y más allá de nuestras legítimas preferencias políticas, debemos luchar por una política al servicio del bien común; por una economía solidaria que distribuya con equidad los recursos del Estado; por una sociedad inclusiva y que abra oportunidades para todos, especialmente para los más marginados; por una educación en valores, promotora de cultura y respetuosa de la conciencia y de los derechos de los padres; por una administración de justicia imparcial y expedita; por una seguridad ciudadana que respete los derechos humanos y que brinde espacios de resocialización; por una atención a los problemas sociales que no dé excusas o razones para una alteración continua de la vida de los ciudadanos; por una convivencia sin rencores ni violencias, con diferencias pero sin divisionismos y con tolerancia.

De esa actitud misionera surgirá una sociedad nueva ya que, en la medida en que tomemos en serio nuestra fe, seremos capaces de transformar las estructuras haciéndolas más humanas, es decir a la medida del plan de Dios. Es necesario y urgente rescatar y reafirmar los valores cristianos que están en la raíz de nuestra cultura y de nuestras tradiciones y para ello es imprescindible hacer llegar la luz del Evangelio a la vida pública, cultural, económica y política. Seamos conscientes, hermanos y hermanas de que, como decía el Santo Padre en el Discurso de apertura de Aparecida: « las estructuras justas son [...] una condición indispensable para una sociedad justa, pero no nacen ni funcionan sin un consenso moral de la sociedad sobre los valores fundamentales y sobre la necesidad de vivir estos valores con las necesarias renuncias, incluso contra el interés personal » (13 de mayo). Pero, añadía, ni las realidades sociales ni las políticas tienen la respuesta a la crisis que, en última instancia es una crisis de valores, sino que se encuentra sólo poniendo a Dios en el centro, porque « Donde Dios está ausente —el Dios del rostro humano de Jesucristo— estos valores no se muestran con toda su fuerza, ni se produce un consenso sobre ellos » (Ibidem) y porque « Sólo quien reconoce a Dios, conoce la realidad y puede responder a ella de modo adecuado y realmente humano » (Ibidem).

3. ¿Cómo hacer la Misión? Una de las cosas que tenemos que tener clara es que no se trata simplemente de hacer una misión, cuanto de ponernos en estado de misión. En esa línea hemos de entender lo que Aparecida llama « conversión pastoral ». Se trata de que todo en la vida de la Iglesia esté en función de la misión para pasar de una Iglesia sentada, a la espera, entretenida en funciones preferentemente burocráticas o  administrativas, a una Iglesia en pie y en marcha, al encuentro de los hombres y las mujeres. Y así, desde el Obispo, primer misionero,  promotor y animador incansable de la misión, todas las personas y todas las estructuras de la iglesia diocesana deben ser revisadas y replanteadas en orden a la misión. No se trata, entonces de una misión realizada por especialistas, sino de poner a toda la Iglesia en estado permanente de misión.

En el texto evangélico proclamado en esta celebración, Marcos nos ha presentado a Jesús, antes de comenzar su misión, conducido por el Espíritu, retirándose al desierto, donde pasó cuarenta días, siendo tentado. Mateo y Lucas, en los textos paralelos, dicen, además, que ayunó. Está actitud de Jesús y las respuestas que da al tentador nos muestran que son fundamentales para la misión tres actitudes: el vaciamiento de sí mismo (ayuno), la escucha de la Palabra de Dios (no sólo de pan vive el hombre) y el cumplimiento del plan de Dios (a Él sólo servirás). Es por ello que Aparecida insiste en que el discípulo-misionero de Jesús debe ser hombre-mujer de oración; asiduo lector, y lector orante, de la Palabra; alimentado y sostenido por la fuerza de los sacramentos, especialmente Eucaristía y Reconciliación. No somos discípulos-misioneros por nuestra voluntad ni por nuestras fuerzas, sino por la elección de Dios y por su gracia. Al finalizar su Mensaje para esta Cuaresma, cuyo tema es el Ayuno, El Papa Benedicto nos dice: « Por lo tanto, que en cada familia y comunidad cristiana se valore la Cuaresma para alejar todo lo que distrae el espíritu y para intensificar lo que alimenta el alma y la abre al amor de Dios y del prójimo. Pienso, especialmente, en un mayor empeño en la oración, en la lectio divina, en el Sacramento de la Reconciliación y en la activa participación en la Eucaristía, sobre todo en la Santa Misa dominical ».

Una palabra sobre el momento político que vivimos. Como dijimos en nuestra reciente Carta Pastoral, la política no es un « mal necesario » sino un « bien » en tanto en cuanto, por un lado, es un ejercicio democrático por el que los ciudadanos eligen, según su conciencia, a quienes dirigen la vida pública, y, por otro, da a los elegidos la responsabilidad de poner todas sus capacidades al servicio del bien común. Es lamentable que los distintos Presidentes de los Partidos Políticos no respondieran a nuestro llamado a firmar el Pacto Ético Electoral y eso nos hizo temer lo peor: « que la campaña política dejará de ser una contienda cívica para convertirse en una batalla campal para conquistar el poder a cualquier precio ». El tono de algunos mensajes y cuñas políticas y algunos incidentes violentos protagonizados en los días pasados nos demuestran que nuestros temores no eran infundados. Rechazamos rotundamente el uso de la violencia física, sicológica o verbal como instrumento de campaña política. Apelamos a la cordura de los candidatos y candidatas para que ni exacerben los ánimos ni inciten a la confrontación: la campaña política es un pugilato de ideas, planes, soluciones, y no de latas, puños, insultos y descalificaciones. Exigimos a las autoridades competentes, tanto del Ministerio Público como del Tribunal Electoral, a que tomen las medidas oportunas y enérgicas en estos casos: con Pacto o sin Pacto, las autoridades no están exentas de hacer valer lo que la ley exige. Y pedimos a todos los panameños y panameñas que no se dejen llevar por la espiral de violencia o descalificaciones sino que analicen las propuestas de gobierno y, cuando llegue el momento de las elecciones, ejerzan su derecho y deber de votar con conciencia cristiana y responsabilidad ciudadana.

Hermanas y Hermanos: Vinimos a Atalaya como peregrinas y peregrinos; volvamos a nuestros hogares y comunidades como misioneras y misioneros. Repitamos todos: « PANAMÁ CON CRISTO: ESCUCHA, APRENDE Y ANUNCIA ».

Que Santa María La Antigua, en cuyos brazos llegó a nuestras tierras Jesús, el Evangelio, el Misionero del Padre, nos ayude y acompañe en la misión de estar atentos y mostrar a todos lo que « Él nos diga ». Amén.


República Dominicana

Carta pastoral de los Obispos Dominicanos

"Como preparación de la Misión Continental"


Conferencia Episcopal de República Dominicana


20 de enero de 2009




A)              Introducción

1.                  La Fiesta de Nuestra Señora de la Altagracia, Protectora de la República Dominicana, nos ofrece, como cada año, una ocasión magnífica para que nosotros Obispos, llevemos a todo el pueblo de Dios, presbíteros, diáconos, consagrados y consagradas, laicos y laicas y todos los dominicanos y dominicanas, un mensaje de esperanza tan necesario en este tiempo de tanta incertidumbre.

2.                  Su Santidad Benedicto XVI, ha declarado un año jubilar, dedicado a San Pablo, que inició el 28 de junio de 2008 y que concluirá el 29 de junio de 2009.

3.                  El Santo Padre ha destacado que recordar a este Apóstol no es "reflexionar sobre una historia pasada ya superada", sino que "San Pablo quiere hablar con nosotros hoy". Manifestó además, que la razón que lo llevó a convocar el Año Paulino está en "escucharlo y aprender ahora de él, como nuestro maestro en 'la fe y la verdad' en las que se arraigan las razones de la unidad entre los discípulos de Cristo".

4.                  Al margen de admirables avances en las ciencias y en las técnicas, una pérdida progresiva de los valores morales, espirituales y trascendentales ha ido produciendo en el mundo una cultura fuertemente centrada en la codicia, en el poder, en el desenfreno y en el egoísmo que está en la raíz del estremecedor terremoto financiero, que repercute ya en todo el mundo y que afecta todas las dimensiones de la vida.

5.                  La Iglesia, en sus dos mil años de historia, sigue siendo portadora de valores y principios estables, capaces de reorientar nuestra cultura. Uno de sus más insignes heraldos fue el Apóstol Pablo, que dedicó su vida entera a amar y dar a conocer la Buena Nueva de Jesucristo a todos, especialmente a los gentiles.

6.                  Celebrar el Año Paulino nos ayuda a mirar con profundidad su conversión y su obra misionera. Nos ha parecido oportuno unirnos a los sentimientos de nuestro Pastor Universal y redactar la Carta Pastoral con el lema: "Pablo: Modelo de discípulo misionero". Por otra parte, la Iglesia en República Dominicana está comprometida en el III Plan Nacional de Pastoral, y este año nos encontramos con Cristo que forma discípulos, con el lema "Con Cristo en el corazón, evangelicemos la nación". San Pablo, siguiendo la trayectoria de Jesús, es modelo de formador de discípulos, maestro de vida interior y evangelizador insigne.

B)              Pablo: Modelo de discípulo

7.                  Ser discípulo de Cristo es tener la mirada fija en él y que Cristo ocupe cada vez más nuestra atención y pase a ser el modelo único a imitar.

8.                  Pablo pasará a convertirse en modelo de discípulo, y él mismo se propone como modelo de quien imita a Cristo: "Sean mis imitadores, como yo lo soy de Cristo"[1]. Según San Pablo, el discípulo llegará a tener los mismos sentimientos de Cristo[2], de modo que se comienza a vivir la vida de Cristo en el cristiano: "Ya no vivo yo, sino que es Cristo quien vive en mí"[3].

9.                  A la hora de imitar modelos es muy útil contar con el consejo de San Juan de la Cruz, que nos dice no se busque otro que no sea Jesucristo, hombre perfecto en quien nadie encontrará falla alguna[4].

10.              La conversión de San Pablo es fruto de un encuentro personal con Jesucristo y con su Iglesia, unidos históricamente en una misma realidad. Camino a Damasco cae por tierra tocado por la gracia y el amor de Cristo que lo transforma. Oye una voz que le dice: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?"[5].El futuro Apóstol no sabía que al perseguir a la Iglesia estaba persiguiendo a Cristo mismo. Sería imperfecto el encuentro con Cristo que no pasa por el encuentro con la Iglesia. La Iglesia, por tanto, es para él, el lugar privilegiado en donde es posible reconocer la presencia de Dios[6].

11.              El encuentro de Pablo es con Cristo, crucificado y resucitado, misterio de la salvación, un Cristo "exaltado sobre todo nombre"[7]. Se trata de un encuentro con un Cristo vivo al que inmediatamente comenzará a predicar y anunciar a todos que "me amó y se entregó a sí mismo por mí"[8]. Es una experiencia de la gratuidad del amor de Dios, que lo sostendrá y le permitirá vencer las penurias que pasará por amor a Él.

12.               Hay un elemento fundamental en Pablo: A pesar de su extraordinaria capacidad, pasa por la experiencia de discípulo de Cristo, dejándose instruir en el Camino. Ananías oró por él y se le cayeron las escamas de los ojos. Inmediatamente se levantó y fue bautizado[9], y se transformó de perseguidor en seguidor, en discípulo bajo la tutela de los apóstoles[10].

13.              El Apóstol de las gentes tuvo un encuentro con la Iglesia, con los demás discípulos que lo cuidan y lo protegen en la persecución[11], lo acompaña en las lapidaciones[12], lo aman y lo reciben acogiendo con alegría su enseñanza[13].

14.              Los obispos de América Latina y el Caribe dijimos en Aparecida, (Brasil) que la alegría de ser discípulo de Cristo "es antídoto frente a un mundo atemorizado por el futuro y agobiado por la violencia y el odio"[14]; es una certeza que brota de la fe: "Conocer a Jesús es el mejor regalo que puede recibir una persona; haberlo encontrado nosotros es lo mejor que nos ha ocurrido en la vida"[15].

15.              Por esto no sorprenden las palabras de San Pablo cuando dice: "Juzgo que todo es pérdida ante la sublimidad del conocimiento de Cristo Jesús, mi Señor, por quien perdí todas las cosas, y las tengo por basura para ganar a Cristo"[16].

16.              Al discipulado de Cristo se refirió también San Ignacio de Antioquía poco antes de morir, al decir que la grandeza de ser obispo -y lo era él mismo- no estaba en el mando, sino en el sufrimiento por Cristo y en la firme perseverancia en la fe[17].

17. Invitamos a todos al encuentro personal con Cristo a ejemplo de San Pablo. Necesitamos imitadores de Cristo al modo de éste, capaces de crear una sociedad nueva en la que los valores culturales sean eficazmente iluminados por el Evangelio.

18.              Nos encontramos en una sociedad enferma necesitada de Cristo, en la que se expande el desierto espiritual, a causa de la presencia de antivalores existentes en nuestras comunidades.

C)              Pablo: Modelo de misionero

19.              Cuando Ananías se encontraba en oración en Damasco, y Dios lo envía a imponerle las manos a Saulo, aquel se refirió al daño que había causado a los cristianos y a la Iglesia. Jesús le dijo: "Ve, pues éste (Saulo) es un instrumento elegido por mí para que lleve mi nombre a los gentiles, los reyes y los hijos de Israel"[18].

20.              Pablo procede de una religión minoritaria en el Imperio Romano. Según nos dicen los expertos, los judíos eran aproximadamente el 10% de la población. En Roma la población era aún menor, un 3%. Sus creencias y su estilo de vida producía dos resultados distintos: la ridiculización, bajo la forma de intolerancia, o la admiración, bajo la forma de simpatía.

21.              Al final de su vida afirmó de sí mismo que había sido "constituido heraldo de Cristo, apóstol y maestro"[19]. Su misión va mucho más allá de los horizontes espaciotemporales a que limitan su formación y orígenes religiosos, proyectándose en el espacio a todas las naciones, pueblos y culturas, y en el tiempo, a todas las generaciones que hasta el día de hoy lo recordamos con veneración[20].
22.              En los tiempos de los orígenes cristianos, nadie recorrió tantos kilómetros como él, por tierra y por mar con el único objetivo de anunciar el Evangelio. Pablo se convierte en modelo de misionero, modelo de apóstol que va mucho más allá de lo relacionado con el grupo de los Doce. Supera la barrera que divide a los judíos y a los gentiles.

23.              Éste se lanza más allá de las propias fronteras culturales, tratando de ganar a todos para Cristo: "En efecto, siendo libre de todo, me he hecho esclavo de todos para ganar a los más que pueda. Con los judíos me he hecho judío para ganar a los judíos; con los que están bajo la Ley, como quien está bajo la Ley, aún sin estarlo, para ganar a los que están bajo ella. Con los que están sin ley, como quien está sin ley para ganar a los que están sin ley, no estando yo sin ley de Dios sino bajo la ley de Cristo. Me he hecho débil con los débiles. Me he hecho todo para ganar a todos"[21].
24.              La grandeza de esta nueva modalidad misionera es que sale al encuentro de las culturas para hacer hablar el Evangelio desde ellas. Cuando Pablo realiza la misión en Atenas vemos que acoge la cultura de los atenienses para anunciarles al Dios verdadero[22]. Así, se muestra capaz de saltar la barrera de las culturas y hacer que el Evangelio sea capaz de adaptarse a las diversas formas de expresión y de fermentarlas desde su interior.

25.              El contenido y la base de la evangelización es el anuncio de Jesucristo, el Hijo de Dios hecho hombre, muerto y resucitado, que ofrece la salvación a todos como un don de gracia y misericordia[23]. El centro de la predicación del Apóstol es la divinidad de Cristo. Cuando va camino a Damasco cae al suelo y recibe la revelación de que el Crucificado es el Resucitado. Entonces entiende que en lo escondido de la persona del Resucitado está su preexistencia eterna con el Padre y su kénosis (anonadamiento) redentora en la encarnación[24].
26.              Por esta razón, reclamamos de los cristianos una evangelización que sea más audaz y capaz de poner en alto los valores culturales dominicanos, de modo que puedan redescubrir sus raíces. En nuestro país hay muchos ambientes que todavía hay que evangelizar: empresarios y funcionarios gubernamentales, fuerzas del orden público y poder judicial, población urbana y rural, familias y jóvenes, dominicanos e inmigrantes.

27.              Son muchos los ambientes en los que hay que hacer un claro y definido anuncio de un Cristo vivo, con un mensaje capaz de ofrecer esperanza al mundo. En muchos de ellos se manifiestan de manera descarada las obras de la carne: el narcotráfico y la corrupción; la evasión fiscal, la corrupción administrativa y el indiferentismo; el tráfico ilegal de personas y la prostitución; el sexo desenfrenado y el aborto, la infidelidad matrimonial, la violencia intrafamiliar, las relaciones pre-matrimoniales, el alcohol, la droga, la pornografía, el crimen, el abuso infantil, entre otros. Todas estas son cosas que pueden ser iluminadas parafraseándolo: "quienes hacen tales cosas no heredarán el Reino de Dios"[25].

D)              Pablo: Formador de comunidades.

28. Pablo es el primer autor cristiano que utiliza la palabra ekklesía para referirse a la Iglesia o asamblea. Este término era conocido en el ambiente judío y significaba la asamblea del pueblo de Israel. Pero ahora aplicará esta palabra para referirse a la nueva comunidad de los creyentes en Cristo, que se sienten ser asamblea de Dios.

29. El Apóstol utiliza el término Iglesia en dos sentidos: a) Como un todo con diversos carismas[26], a la que él persiguió[27], la Iglesia esposa de Cristo[28], la Iglesia vista toda como el Cuerpo de Cristo, habla de la Iglesia Católica, o Universal. b) Pero por otro lado, utiliza también el término Iglesia con un sentido local. La Iglesia Universal es el conjunto de todas las iglesias locales que están presentes en lugares determinados. Como ahora lo son las diócesis. En su primer escrito, la primera carta a los Tesalonicenses, dirige el saludo inicial "a la Iglesia de los Tesalonicenses". En la Carta a los Colosenses hablará de "la Iglesia de Laodicea"[29]. A los Corintios dirá "a la Iglesia de Dios que está en Corinto" [30], o la que está en Galacia[31]. Y se preocupó por todas ellas: "Pesa sobre mí la preocupación por las Iglesias"[32].

30. Se puede decir que Pablo es por antonomasia el Apóstol itinerante, que se dedicó a fundar comunidades cristianas. Una vez establecida una, partía para establecer otra. Se empeñaba en la formación doctrinal de cada una. Al servirlas ponía todo su ardor y su apasionamiento. Desde la distancia seguía preocupándose por ellas, colocando a hombres de su confianza al frente de las mismas, tales como Timoteo y Tito.

31. Los diversos viajes de San Pablo y sus escritos indican el celo por el Evangelio y el deseo de edificar la Iglesia dando a conocer la persona de Cristo. Pablo, más que ningún otro en su época, hizo suyo el mandato de Jesucristo: "Vayan y hagan discípulos a todas las gentes, bautizándolas en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo"[33]. El es el formador de comunidades en tierra de paganos, es él que se lanza por el Asia Menor a formar nuevas comunidades cristianas y acompañará a las que ya estaban formadas, como la comunidad de Roma, a la que escribe sin haberla conocido todavía[34].

32. Como misionero, Pablo es itinerante y migrante. Cuando llegaba a los pueblos se dirigía a sus compatriotas en la diáspora. Si estos lo rechazaban, se volvía a los paganos, convirtiéndose en auténtico misionero de los emigrantes, emigrante él mismo y embajador itinerante de Jesucristo. Guiado por el Espíritu Santo, se entregó sin reservas para que el Evangelio se anunciara a todos, sin distinción de nacionalidad ni de cultura. Su vida y predicación se orientó a que Cristo fuese conocido y amado por todos.

33. En este sentido san Pablo, Apóstol de los pueblos, es "emigrante por vocación" y se constituye en punto de referencia significativo para quienes se encuentran implicados en el problema migratorio contemporáneo.

34. En medio de la era de la globalización fría, frente al cristianismo, es necesario que los cristianos mantengamos el fervor apostólico de Pablo para "proponer el mensaje de la salvación, teniendo en cuenta las diversas situaciones sociales y culturales y las dificultades particulares de cada uno como consecuencia de su condición de emigrante e itinerante.

35. Su ejemplo nos debe servir de estímulo para ser solidarios con estos hermanos y hermanas y promover, en todas partes del mundo y con todos los medios posibles, la convivencia pacífica entre las diversas etnias, culturas y religiones[35].

E)              Pablo: Formador de discípulos misioneros

36. El liderazgo de Pablo es innegable. Se constituyó maestro en la fe, padre espiritual de muchos que van a encontrar en él otra de las columnas de la Iglesia que está fundada sobre la roca de los Apóstoles. Como nos dice el mismo Pablo: "Santiago, Pedro y Juan reconocieron la gracia que me había sido concedida, ellos que eran considerados columnas"[36].

37. No puede ser un buen formador de discípulos misioneros quien no es primero discípulo y permanece en comunión y obediencia a la Iglesia. Cuando Pablo iba fundando iglesias enseñaba de acuerdo a lo que los apóstoles de Jerusalén le habían indicado: "Conforme iban pasando por las ciudades, les iban entregando, para que las observasen, las decisiones tomadas por los apóstoles y presbíteros en Jerusalén"[37].

38. Después de promover el nacimiento de las comunidades hay que acompañarlas, organizarlas y formar más discípulos misioneros, pues la misión de la Iglesia no es el trabajo de uno solo.

39. San Pablo tuvo entre sus colaboradores al discípulo misionero Timoteo, que se unió a la misión en uno de sus viajes[38], le impuso las manos para recibir la ordenación[39], lo envió a Corinto a fortalecer la doctrina[40], lo encargó de la Iglesia de Efeso[41], ayudándole a escribir algunas cartas[42] y a éste le dirigió dos cartas.

40. Fue también su colaborador el discípulo misionero Tito, que lo acompañó a Jerusalén en su encuentro con los Apóstoles[43], le llama hijo según la fe[44] y le escribe una carta. Encontramos, además, el discípulo misionero Silvano, también llamado Silas, que era profeta de la comunidad de los apóstoles en Jerusalén y designado para acompañar a Pablo en su segundo viaje[45], luego del conflicto con Bernabé[46], predicó con él en la Iglesia de Corinto[47] y lo ayudó a escribir cartas[48].

41. Otros nombres de discípulos y discípulas están presentes en la misión de una u otra manera: Marcos, Lucas, Filemón, Onésimo. Entre las discípulas pueden mencionarse: Damaris y en el capitulo 16 de la Carta los Romanos encontramos a Febe, Prisca, Maria y Junia. Todos crecieron en la escuela de formación de San Pablo, maestro en la fe y la verdad.

42. Los discípulos de Cristo estamos llamados a caminar en la verdad y hacer realidad el Reino de Dios a través de la unidad, único distintivo verdadero de un discipulado: "En eso conocerán todos que son discípulos míos; si se tienen amor los unos a los otros"[49]. De hecho, los discípulos gozaban de la simpatía de todos, porque vivían unidos[50] y cumplían la petición de Jesús al Padre: "Padre, que todos sean uno. Como tú, Padre, en mí y yo en ti, que ellos también sean uno en nosotros"[51].

43. La Misión Continental nos recuerda que la Iglesia es esencialmente misionera y está llamada a procurar que nuestros países latinoamericanos tengan vida en Cristo, por lo que es necesario una Iglesia en estado permanente de misión que necesita nuestro pueblo[52].

44. Nos enseña la necesidad de que se formen discípulos misioneros, capaces de dar vida al mundo porque comparten la vida que nos transmite Cristo, a través de un proceso, de encuentro vivo con El, una conversión cada vez más profunda, un discipulado que madura en la fe, de una comunión que da vida al pueblo y de una misión que comparte la alegría de la fe[53].

45. Es un hecho la proliferación de grupos y sectas que pululan por nuestros ambientes, presentándose por los medios de comunicación, creando un estado de confusión religiosa, prometiendo una salvación fácil que crea falsas expectativas, en personas poco formadas que se dejan arrastrar, apartándose de la Iglesia y de los sacramentos. Por eso se hace necesaria una formación más intensa para los discípulos misioneros.

F)               Actualidad del mensaje de Pablo

46. A dos mil años del nacimiento del Apóstol Pablo, entendemos que éste quiere hablar todavía con nosotros, hombres y mujeres de hoy, en una sociedad necesitada de orientación y valores, como la nuestra, su mensaje sigue teniendo vigencia.

47. Él ofreció un esquema de fe bien claro, dando soluciones prácticas a la vida de las iglesias, con respecto a un gran número de temas. El conjunto de los escritos paulinos sigue siendo una útil biblioteca de valores humanos y principios cristianos y éticos.

48. Pablo enseña al mundo de hoy la necesidad de romper con el pecado que destruye a la persona: "Les conjuro en el Señor, que no vivan ya como viven los gentiles, según la vaciedad de su mente, sumergido su pensamiento en las tinieblas y excluidos de la vida de Dios por la ignorancia que hay en ellos, por la dureza de su cabeza, los cuales, habiendo perdido el sentido moral, se entregaron al libertinaje, hasta practicar toda suerte de impurezas"[54]. Por esto, es necesario, un nuevo modo de pensar, en una sociedad en la que están presentes tantos signos de muerte.

49. La misión de la Iglesia es comunicar la vida que recibe de su Cabeza, que es Cristo, Camino, Verdad y Vida[55], porque El mismo lo dijo y porque lo hemos constatado en la fe de nuestro queridísimo pueblo dominicano. Proclamamos con alegría la redención personal, comunitaria y social que nos viene de Cristo, que sale al encuentro de todo el que lo busca con sincero corazón.

Conclusión

50. Creemos en la Iglesia que es Una, Santa, Católica y Apostólica, en la que estamos llamados a ser discípulos misioneros. Una Iglesia que ha recibido el encargo de llevar el Evangelio a todas las gentes. Una Iglesia que anuncia a Jesucristo, que defiende la vida y a los más débiles. Como Pastores nos preocupan los últimos acontecimientos que han producido escándalo en el pueblo de Dios. Sobre estos y otros hechos hablaremos oportunamente.

51. Reconocemos y agradecemos a todos los misioneros, misioneras y catequistas que, desde hace tantos años, han venido evangelizando y a todos los agentes de pastoral que con entusiasta dedicación llevan adelante nuestro Plan de pastoral y les exhortamos a seguir impulsando con vigor nuestro itinerario evangelizador estimulados por el testimonio del Apóstol Pablo.

52. Ponemos nuestro pueblo dominicano bajo el maternal amparo de nuestra Protectora, la Virgen de la Altagracia, primera Discípula y Misionera, para que interceda por nosotros y nos ayude a encontrar siempre el camino de la vida, transparentando cada vez de manera más clara el rostro de Cristo.

Les bendicen,

S.E.R. Nicolás de Jesús Cardenal López Rodríguez,
Arzobispo Metropolitano de Santo Domingo, Primado de América,
y Presidente de la Conferencia del Episcopado Dominicano

S.E.R. Mons. Roque Adames Rodríguez,
Obispo Emérito

S.E.R. Mons. Juan Antonio Flores Santana,
Arzobispo Emérito

S.E.R. Mons. Fabio Mamerto Rivas, SDB,
Obispo Emérito

S.E.R. Mons. Jerónimo Tomás Abreu Herrera,
Obispo Emérito

S.E.R. Mons. Jesús Maria de Jesús Moya,
Obispo de San Francisco de Macorís

S.E.R. Mons. Ramón Benito De La Rosa y Carpio,
Arzobispo Metropolitano de Santiago de los Caballeros

S.E.R. Mons. Francisco José Arnaiz, S.J.,
Obispo Emérito

S.E.R. Mons. José Dolores Grullón Estrella,
Obispo de San Juan de la Maguana

S.E.R. Mons. Gabriel Antonio Camilo González,
Obispo de La Vega

S.E.R. Mons. Amancio Escapa Aparicio, OCD,
Obispo Auxiliar del Arzobispo de Santo Domingo

S.E.R. Mons. Pablo Cedano Cedano,
Obispo Auxiliar del Arzobispo de Santo Domingo

S.E.R. Mons. Gregorio Nicanor Peña Rodríguez,
Obispo de la Altagracia, Higüey

S.E.R. Mons. Francisco Ozoria Acosta,
Obispo de San Pedro de Macorís

S.E.R. Mons. Freddy Antonio Bretón Martínez,
Obispo de Baní

S.E.R. Mons. Rafael Leonidas Felipe Núñez,
Obispo de Barahona

S.E.R. Mons. Diómedes Espinal de León,
Obispo de Mao-Montecristi

S.E.R. Mons. Julio César Corniel Amaro,
Obispo de Puerto Plata

S.E.R. Mons. Valentín Reynoso Hidalgo,
Obispo Auxiliar del Arzobispo de Santiago de los Caballeros


[1] 1 1 Cor 11,1.
[2] Cfr Filip 2,5.
[3] Gal 2,20.
[4] Cfr Cuentas de Conciencia 156.
[5] Hech 9,4.
[6] Cfr 1 Cor 14,24-25.
[7] Filip 2,9.
[8] Gal 2,20b.
[9] Cfr. Hech 9,17-18.
[10] Cfr. Gal 1,17-18.
[11] Cf. Hech 9,25.
[12] Cfr Hech 14,19-20.
[13] Cfr Hech 18,27,
[14] Documento de Aparecida 29.
[15] Ibidem.
[16] Filip 3,8.
[17] Cfr Carta de Ignacio a los Efesios 3.
[18] Hech 9,15.
[19] 2 Tim 1,11.
[20] Cfr Palabras de Benedicto XVI en la Homilía solemne del Año Paulino el 29 de junio de 2008.
[21] 1Cor 9,19-22.
[22] Cfr Hech 17,22-31.
[23] Cfr Evangelii Nuntiandi 27.
[24] Cfr Mensaje de Benedicto XVI en la audiencia del 22 de octubre de 2008 con el
tema: "La divinidad de Cristo, centro de la predicación de Pablo".
[25] Gal 5,21b.
[26] Cfr 1Cor 12,12-30
[27] Cfr 1Cor 15, 9
[28] Cfr Ef 5, 22-27
[29] Col 4, 16
[30] 1Cor 1,1-2: 2Cor 1,1
[31] Cfr Gal 1-2
[32] 2 Cor 11-28
[33] Mt 28, 19
[34] Cfr Rom 1, 10-15; 15, 23
[35] Cfr Mensaje de Benedicto XVI "San Pablo, emigrante por vocación", del 8 de octubre de 2008 en preparación de la Jornada Mundial del Emigrante y el Refugiado a celebrarse el 18 de enero de 2009.
[36] Gal 2, 9
[37] Hech 16, 4
[38] Cfr Hech 16, 1
[39] Cfr 1Tim 4, 14; 2 Tim 1,16
[40] Cfr 1Cor 4, 17; 16,10
[41] Cfr 1Tim 1-3
[42] Cfr Rom 16,21; 2Cor 1,1; Flp 1-1; Col 1,1; 1Tes 1,1; 2Tes 1,1
[43] Cfr Gal 2,1
[44] Cfr Tit 1,4
[45] Cfr Hech 15, 22
[46] Cfr Hech 15, 40
[47] Cfr 2Cor 1, 19
[48] Cfr 1Tes 1, 1; 2 Tes 1,1
[49] Jn 13,35.
[50] Cfr Hech 2,42-47; 4,32-35.
[51] Jn 17,21.
[52] Cfr Documento de Aparecida 213; 551.
[53] Cfr Documento de Aparecida 278.
[54] Ef 4, 17-19
[55] Cfr Jn 14,16



Uruguay

Carta pastoral de los Obispos de Uruguay


"Misión Continental para una Iglesia en Estado de Misión Permanente"

Conferencia Episcopal de Uruguay



27 de abril de 2009

 
A nuestras Comunidades Diocesanas,
a las Comunidades Parroquiales,
a los Presbíteros y Diáconos,
a las Comunidades de Vida Consagrada: Religiosas/os e Institutos
Seculares,
a los Organismos de Coordinación, a nivel nacional, diocesano y
parroquial,
a los Agentes Pastorales de la Evangelización,
a las Comunidades Educativas,
a las Asociaciones Laicales y a los Movimientos Eclesiales;
a todos los miembros del Pueblo de Dios:

 
1. A dos años del acontecimiento de Aparecida y en camino hacia un nuevo Pentecostés, queremos dirigirles nuestra palabra para despertar y alentar en todas nuestras comunidades el entusiasmo y el compromiso con la Misión Continental. “No habrá nunca evangelización posible sin la acción del Espíritu Santo”… “si el Espíritu de Dios ocupa un puesto eminente en la vida de la Iglesia, actúa mucho más en su misión evangelizadora. No es casualidad que el gran comienzo de la evangelización tuviera lugar la mañana de Pentecostés, bajo el soplo del Espíritu. El Espíritu Santo es el agente principal de la evangelización” (EN 75).

2. Aparecida apunta a redefinir la identidad de los bautizados y, en consecuencia, la identidad de la comunidad de los bautizados, es decir, de la Iglesia. Esta identidad incluye el binomio: discípulo – misionero. Es lo mismo decir que el cristiano es alguien que ha sido “llamado” (“vengan y vean” – Jn 1,39) para ser “enviado”(“vayan y anuncien” – Mt 28, 16-.20; “Como el Padre me envió a mí, yo también los envío a ustedes” – Jn 20, 21).

3. La Misión, antes que un programa de acción pastoral - una actividad pastoral -, es un llamado de Dios a la Iglesia para que recupere su identidad de Comunidad de Discípulos - Misioneros de Jesucristo.

4. El objetivo de la Misión Continental es poner a la Iglesia, y a todos en la Iglesia, en un “estado de Misión Permanente”. “La Misión Continental buscará poner a la Iglesia en estado de permanente misión” (DA 551).

“Hoy, toda la Iglesia de América Latina y el Caribe quiere ponerse en estado de misión” (DA 213).

“Necesitamos desarrollar la dimensión misionera de la vida en Cristo. La Iglesia necesita una fuerte conmoción que le impida instalarse en la comodidad, el estancamiento y en la tibieza, al margen del sufrimiento de los pobres del Continente” (DA 362).

“La conversión pastoral de nuestras comunidades exige que se pase de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (DA 370).

“Necesitamos una evangelización mucho más misionera con todos los cristianos y al servicio de todos los hombres” (DA 13).

“Somos misioneros para proclamar el Evangelio de Jesucristo y, en Él, la buena noticia de la dignidad humana, de la vida, de la familia, del trabajo, de la ciencia y de la solidaridad con la creación” (DA 103).

5. Estas motivaciones fundamentan lo expresado en el numeral 144 de Aparecida:

“todo discípulo es misionero, pues Jesús lo hace partícipe de su misión, al mismo tiempo que lo vincula a Él como amigo y hermano. La misión no es una tarea opcional, sino parte integrante de la identidad cristiana.” “La Misión es la razón de ser de la Iglesia y define su identidad más profunda” (DA 373).

“La Iglesia está llamada a repensar profundamente y relanzar con fidelidad y audacia su misión en las nuevas circunstancias latinoamericanas y mundiales” (DA 11).

“La Iglesia debe cumplir su misión, siguiendo los pasos de Jesús y adoptando sus actitudes (cfr. Mt 9,35-36)” (DA 31).

6. Desde estas afirmaciones es que, cuando nos preguntamos ¿qué es la Misión Continental?, la describimos como:

û Un impulso misionero animado por el Espíritu Santo en toda la Iglesia en América Latina y el Caribe.

û Cuyo objetivo fundamental es poner a la Iglesia, y a todos en la Iglesia en un “estado de misión permanente”. Esto implica “pasar de una pastoral de mera conservación a una pastoral decididamente misionera” (DA 370) y ayudar a que todos en la Iglesia seamos también decididamente servidores de la Vida.

û Utilizando el método de Jesús, el estilo de Jesús: preguntar, escuchar y ofrecer una experiencia de encuentro con el Señor que llena de alegría y de sentido nuestras vidas.

û Se trata de salir más que quedarse en nuestros templos, esperando a los que vengan; de hacer “que la Iglesia se manifieste como una madre que sale al encuentro, una casa acogedora, una escuela permanente de comunión misionera” (DA 370).

û La tarea evangelizadora no es solo transmitir una doctrina, sino dar un testimonio nacido de la experiencia. La experiencia de Dios es señalada en Aparecida como el eje fundamental de la Misión de la Iglesia.

û La Misión implica una conversión personal, pastoral y eclesial. Supone cambios profundos en nuestra manera de vivir la fe, de organizar la pastoral, de servir al mundo, dejando de lado “estructuras caducas” (DA 365) que condicionan nuestro caminar.

û En una sociedad marcada por el secularismo laicista, como la nuestra, es preciso superar el paradigma de Misión identificada como “conquista”, como imposición, para pasar a un paradigma de Misión encarada como “servicio al Reino, al estilo de Jesús”; pasar de la Misión “contra-gentes” a la Misión “inter-gentes” y “ad gentes”. Mejor que hablar de destinatarios de la Misión, es hablar de interlocutores de nuestra Misión. “La Iglesia no hace proselitismo. Crece mucho más por atracción: como Cristo ‘atrae a todos hacia sí’ con la fuerza de su Amor” (Homilía de Benedicto XVI en la Misa Inaugural de Aparecida, 13 de mayo de 2007).

û Es un camino de transformación eclesial y social, pues el Evangelio da Vida a las personas, a las comunidades, a las culturas. La Misión Continental propone ofrecer nuestro servicio evangelizador a toda la sociedad.

7. En nuestras Orientaciones Pastorales 2008-2013, los Obispos del Uruguay hemos expresado: “La realización de estas Orientaciones Pastorales favorecen el real cumplimiento del objetivo que se propone la Misión Continental: convertir en discípulos-misioneros a todos los bautizados, y a los que por otros caminos se acercan al Señor” (Introducción, nº 9). “De este modo queremos ‘recomenzar desde Emaús’. Recorriendo un camino de ‘conversión pastoral’ para vivir la ‘Comunión’ y la ‘Misión’, para que nuestro pueblo, en Jesucristo, tenga vida” (Introducción, nº 10).


8. La Misión Continental para una Iglesia en estado permanente de misión, nos compromete a asumir las Prioridades propuestas en nuestras Orientaciones Pastorales y, en particular, la tercera de esas Prioridades: “vivir más intensamente el llamado a la Misión”.

comodidad. De hecho, los que más disfrutan de la vida son los que dejan la seguridad de la orilla y se apasionan en la misión de comunicar vida a los demás... Aquí descubrimos otra ley profunda de la realidad: que la vida se alcanza y madura a medida que se la entrega para dar vida a los otros. Eso es en definitiva la misión” (DA 360).

“Al mismo tiempo, el mundo espera de nuestra Iglesia Latinoamericana y Caribeña un compromiso más significativo con la misión universal de todos los Continentes. Para no caer en la trampa de encerrarnos en nosotros mismos, debemos formarnos como discípulos misioneros sin fronteras, dispuestos a ir ‘a la otra orilla’, aquella en la que Cristo no es aún reconocido como Dios y Señor, y la Iglesia no está todavía presente” (DA 376)...

“Por eso, en sintonía con toda la Iglesia de América Latina y el Caribe, nos declaramos en misión permanente en nuestro país y hacia otros países” (cfr. OOPP pág. 19).

Propuestas concretas:

9. La Misión Continental pasa por asumir Aparecida y aplicar las Orientaciones Pastorales, como marco referencial de los Proyecto Pastorales y Programas de cada una de las Iglesias particulares (referente obligado y herramienta de la Misión).

10.¿Qué es lo diferente, lo nuevo, que proponemos hoy a nuestras comunidades? Fundamentalmente se trata de cultivar la actitud de ir al encuentro de las personas, las familias, los ambientes, dispuestos a descubrir y valorar lo que hay de acción de Dios en ellos. Este criterio nos permitirá revisar nuestras experiencias “misioneras” y encarar nuestras “misiones” con un espíritu nuevo. Puede servirnos preguntarnos: ¿a qué vamos?, ¿a quiénes vamos?, ¿qué es lo que llevamos?, ¿cómo lo hacemos?

11.A nivel nacional motivaremos la Misión con:

û un afiche para poner en las parroquias, capillas, colegios, salones, etc.;

û una oración para sentirnos en comunión y experimentar que el impulso
misionero nos viene de Dios;

û y una canción para ambientar nuestras celebraciones y encuentros.

12. Proponemos también:

· Celebrar Pentecostés (31 de mayo) con un énfasis misionero más creativo: “el Espíritu en la Iglesia forja misioneros decididos y valientes” (DA 150).

· Encarar las instancias de carácter nacional (Día de la Catequesis, Jornada de la Juventud, Día de la Vida Consagrada, Día de la Educación Católica, Semana de la Familia, etc.), explicitando la dimensión misionera.

· Realizar un nuevo Simposio Misionero (22 de julio), como aporte a la reflexión.

· Preparar y vivir el Mes de las Misiones (octubre), como oportunidad para cultivar la dimensión misionera de nuestra fe y sensibilizarnos frente al compromiso de Evangelizar a todos los pueblos (misión “ad gentes”).

· Celebrar la Fiesta de la Virgen de los Treinta y Tres (8 de noviembre) con particular acento misionero.

· Asumir la Pastoral Familiar como prioridad misionera, promoviendo a la familia como pequeña Iglesia Doméstica, para hacer de la Diócesis y, en ella, de las Parroquias, la Casa de la gran familia de la Iglesia.

· Retomar la opción por las Comunidades Eclesiales de Base (la base de la Iglesia y la Iglesia en la base) donde los bautizados son evangelizados y se convierten en evangelizadores (preparar un nuevo Encuentro Nacional de CEBs).

· Tener en cuenta que los “interlocutores” de la Misión no están solamente en los espacios territoriales (pastoral territorial), sino también en los espacios ambientales (pastoral con los que “crean y difunden valores y con los constructores de la sociedad” (cfr. Puebla 821-823).

· La Conferencia Episcopal encomendará a sus diversos Departamentos y Comisiones tareas concretas al servicio de la realización del proceso de “conversión pastoral” para lograr ser una Iglesia que viva en estado permanente de misión.

13.“Detenemos la mirada en María y reconocemos en Ella una imagen perfecta de la discípula misionera. Ella nos exhorta a hacer lo que Jesús nos diga (cfr. Jn 2,5) para que Él pueda derramar su Vida en América Latina y el Caribe. Junto con ella,queremos estar atentos una vez más a la escucha del Maestro, y, en torno a ella, volver a recibir con estremecimiento el mandato misionero de su Hijo: Vayan y hagan discípulos a todos los pueblos (Mt 28,19)” (DA 364).

 



Les saludan y bendicen

Mons. Carlos Ma. Collazzi sdb
Obispo de Mercedes
Presidente de la CEU

Mons. Rodolfo Wirz
Obispo de Maldonado – Punta del Este
Vicepresidente de la CEU

Mons. Nicolás Cotugno sdb
Arzobispo de Montevideo
Mons. Pablo Galimberti
Obispo de Salto

Mons. Martín Pérez
Obispo de Florida

Mons. Orlando Romero
Obispo de Canelones

Mons. Julio C. Bonino
Obispo de Tacuarembó

Mons. Arturo Fajardo
Obispo de San José de Mayo

Mons. Francisco D. Barbosa
Obispo de Minas

Mons. Hermes Garín
Obispo Auxiliar de Canelones

Mons. Raúl Scarrone
Obispo Emérito de Florida

Mons. Roberto Cáceres
Obispo Emérito de Melo

Mons. Heriberto Bodeant
Obispo Auxiliar de Salto

Secretario General Ad Hoc
Florida, 27 de abril de 2009